viernes, 31 de mayo de 2013

Las tribulaciones del Vinatero Gangas

España es un país asombroso. Puede estar uno cagándola durante varios años seguidos y no pasa nada. Si el que hace el ridículo pertenece a la tribu bobiprogre ekaizerita pensamiento Nachojcolar las cagadas son incluso medallones de guerra que se cuelgan en la solapa perfectamente alineadas para luego lucir en los desfiles, como los héroes de la Unión Soviética. Un ejemplo, quizá el mejor ejemplo, sea José Carlos Díez, más conocido desde anteayer, fecha en que me inventé el mote, como el Vinatero Gangas. Mote largo pero descriptivo y con la suficiente carga de maldad como para que el motejado esté acordándose de mis muertos hasta el día del juicio final.

No se me apure, que todo buen mote tiene su explicación. Vinatero porque su familia se dedica o se ha dedicado al noble oficio del comercio al por mayor de bebidas. A eso, antes de que los funcionarios del registro se pusiesen a acuñar nombres largos para faenas cortas, se le conocía como industria vinatera, siempre pegada al vino y a sus afanes. Lo de Gangas es más de cajón. El infeliz de José Carlos bastante tiene con la calva cucurbitácea que le legó algún gen malvado como para encima castigarse los cuerpos con el apellido de su madre. Normal que lo oculte. Llamarse Gangas es una auténtica perrería, y más aún si uno estudia economía y se gana la vida haciendo previsiones para que luego los ahorradores inviertan sus dineros o los dejen reposar en el bolsillo.

Descubierto el pastel, José Carlos deja de ser Díez y pasa a ser lo que nunca dejó de ser, un Vinatero Gangas como Góngora, en la Corte y fuera de ella, no pasó de chocarrero, sacerdote indino, apenas hombre, y bufón a lo divino. El hecho, y esto doy fe que es así, es que el Vinatero ya no se trabaja el vino. Ahora es economista –es un decir– jefe –sigue siendo un decir– de Intermoney, sociedad de valores por la que ha parado, paran y pararán todos los sociatas de parné que en el Estadospañol han sido, incluidos Sebastián el de las bombillas y Arenillas el de la SICAV. Del Vinatero no se supo nada hasta hace unos años, cuando apareció con un blog tonto y cursi por Cinco Días, el salmón aquel de Solchaga famoso por tener desde siempre muchos más suscriptores que lectores.

Entonces, en aquel momento fundacional del vinaterismo ganguista, nuestro calvo vio que la ocasión la pintaban ídem y se puso a hacer vaticinios al modo rappeliano. Me consta que bola de cristal no gasta, así que supongo que se palparía el melón para decir, por ejemplo, que la burbuja inmobiliaria no existía o que la economía española era un pura sangre. Estoy hablando de 2007, no se vaya usted a pensar que he escarbado mucho más abajo en la hemeroteca. Dos años más tarde, en plena caída libre, aseguraba que los precios de la vivienda ya se habían ajustado. Ejem. En fin, tal vez pensaba que su amado Zeta iba a aprobar un Plan E solo para comprar pisos y mantener su precio en las mismas nubes de donde nunca salió la teoría inicua, trasnochada y suicida que asiste al Vinatero en sus gangosas tribulaciones. Pero esto es materia de otra columna. Hoy quédese con el mote, mañana más.

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