viernes, 28 de agosto de 2015

Trump ladra, los hispanos cabalgan


El circo mediático de este año en Estados Unidos ha incorporado un nuevo e inesperado intérprete. Cabría esperar que, en un país sometido como ningún otro a la servidumbre de la corrección política, ese nuevo actor fuese la enésima reedición de la neumática Kim Kardashian, pero no, se trata de Donald Trump, un político o, mejor dicho, alguien que aspira a serlo. Desde el primer día que se postuló como candidato a las primarias republicanas el millonario neoyorquino supo que o entraba como elefante en una cacharrería o su candidatura iba a pasar desapercibida. Y nunca mejor traída la comparación porque el símbolo del Partido Republicano es precisamente ese, un elefante. A fin de cuentas no es la primera vez que un multimillonario trata de hacer fortuna política en las elecciones federales. En los primeros noventa un tal Ross Perot, un empresario tejano enriquecido gracias a la entonces naciente industria de la electrónica, consiguió resultados históricos. Eso sí, situándose al margen del sistema bipartidista. Perot, tejano como digo y más bien de derechas, fracturó el voto republicano en el 92 y el 96 regalando dos mandatos triunfales al demócrata Bill Clinton.

lunes, 24 de agosto de 2015

Guatemala al natural

Guatemala es aproximadamente esto. La carretera panamericana a la altura de San Lucas Sacatepéquez. Los que en ella habitan desde siempre no perciben los detalles. Los que venimos de fuera sí. La Guatemala del mañana no sé como será, la de hoy es así. Los ocupantes de la camioneta pick up de la fotografía no son pobres, no son marginados, no viven en infraviviendas sin luz ni agua arrulladas por un colector de aguas negras que pasa a pocos metros. No, nada de eso, los de la foto son la clase media de este país. Así viven y así viajan. Esto último no muy lejos porque con el pasaporte guatemalteco apenas se puede entrar en sitio alguno sin visado, un sitio que merezca la pena quiero decir. Pueden ir a Honduras, o a El Salvador, pero lo mismo les da que les da lo mismo. Por eso se embarcan en viajes al borde del abismo como el que cada año hacen miles de ellos a través de México. En cierto modo viven presos. El país mejora, pero lo hace tan lentamente que ninguno de esos tres verá cambios sustanciales a lo largo de su vida. Eso si no lo estropean antes sus políticos y los que no son políticos, que también podría ser.

viernes, 21 de agosto de 2015

¿Y si fuese la impunidad?

El jueves pasado en estas mismas páginas Jorge Galindo nos regalaba una extraordinaria columna sobre el problema de la delincuencia organizada en Centroamérica. Jorge, que es analista finísimo y hombre de mundo, se sorprendía por los niveles de violencia que se padecen en esta parte del mundo. Por esta parte quiero decir la misma Centroamérica, Guatemala para más señas, lugar en el que me encuentro desde hace meses por razones profesionales. A diferencia de los que lo ven desde fuera y tratan en vano de desentrañar las causas tirando del prontuario de lugares comunes del señorito primermundista, Jorge se sumergió en la literatura periodística local, no muy abundante pero suficiente para hacerse una idea aproximada de la magnitud del problema. Con esto demuestra que es un buen sociólogo, de los que no se conforma con el informe de turno de la ONU o las simplezas de la prensa generalista norteamericana, cuyos redactores hablan español a trompicones y bajan a Macondo cargados de prejuicios y complejos de superioridad.

viernes, 14 de agosto de 2015

Turismofobia

Una buena parte de la modernidad entró en España a través del turismo, un turismo de sol, playa y sangría que, ya desde los años cincuenta, fue inundando la costa mediterránea. Entraba por los pasos fronterizos de Cataluña. Llegaban los holandeses, los alemanes, los suecos y los belgas con sus coches y sus caravanas, sus blancuras lechosas, sus pecas y sus bolsillos llenos a rebosar de divisas. Entre el turismo y el plan de estabilización de Ullastres España se emancipó de las miserias de la posguerra. Nos no hizo falta más revolución que la de abrir la puerta de par en par y dejar que el aire fresco entrase hasta el fondo. Los turistas, que siguen entrando por millones cada año, han hecho de nuestro país un lugar mejor, más cosmopolita, más rico y mucho más libre. Sí, mucho más libre, porque esa riada de personas con ganas de pasarlo bien vino acompañada de un aluvión de ideas que, de un modo u otro, terminaron quedándose a vivir entre nosotros.

viernes, 7 de agosto de 2015

Pues al final lo mismo no pueden


Casi la única a derechas que ha dado Rajoy en el último año es la de haber dejado correr el tiempo. Esa es la especialidad de la casa, tampoco vamos a sorprendernos. No es una genialidad, era lo previsible en el personaje. Rajoy es calcado a Franco en este tema. Es de los que clasifican los problemas en dos categorías: una para los problemas irresolubles, sobre los que no actuará bajo ningún concepto –por ejemplo, lo de Cataluña–, y otra para los problemas que el tiempo se encargará de resolver. Franco jugaba con ventaja, andaba sobrado de tiempo, sabía que de ahí no le iban a mover ni con aceite hirviendo y dejaba que el mundo sucediese a su alrededor. Rajoy no dispone de esa prerrogativa. Su mandato son cuatro años, que en términos políticos es quizá una eternidad pero que si lo miramos con ojos de periodista –y no digamos ya, de historiador–, son una minucia, un inaudible suspiro que premia a los audaces y castiga a los que, como él, presumen de paso corto y mirada larga.