viernes, 23 de enero de 2015

Insulto, bendito insulto

La libertad de expresión incluye la libertad de ofensa. Ofenderse es algo muy subjetivo. El emperador Calígula, por ejemplo, estaba tan azorado con su prematura alopecia que dictaminó que todo aquel que se atreviese a mirar su pelada coronilla fuese condenado a muerte. A Julio César, en cambio, que le mentasen la calvicie no le molestaba en absoluto. A la vuelta de las Galias sus legionarios cantaban desfilando por Roma una coplilla que decía algo así como "¡romanos, alejad a vuestras mujeres que ha llegado el adúltero calvo!". César disfrutaba con las apelaciones continuas a su varonil calva. Casi cualquier insulto que sus detractores le dirigían iba seguido de calvo. Los antiguos romanos eran grandes insultadores, su inagotable repertorio de palabrotas así lo atestigua. Eso es símbolo de civilización. Los pueblos civilizados se insultan, se ofenden, se cabrean, se vuelven a insultar, se mentan a la madre y se devanan los sesos para encontrar la palabra con la que herir al otro. Insultarse, de hecho, es sinónimo de inteligencia. Los faltones suelen ser individuos listos, los que no saben insultar son por lo general memos dados al lloriqueo. Los pueblos bárbaros se matan, generalmente sin mediar palabra. Si me dan a elegir siempre me quedaré con una sociedad en la que se insulte a calzón quitado.

viernes, 2 de enero de 2015

El futuro era exactamente esto

Hace casi quince años la dirección de la Inteligencia Central de Estados Unidos, dependiente de la Casa Blanca, publicó un informe sobre tendencias globales para el entonces lejano año 2015 (el informe puede leerse aquí). Los expertos estuvieron muy acertados en las predicciones. Preveían, por ejemplo, tensiones migratorias crecientes en la frontera con México, problemas demográficos en Oriente Medio que devendrían en descontento social y extremismo religioso, el surgimiento de China como gigante económico o continuos ciberataques que podrían al mundo entero en jaque. Para otras cosas no atinaron, pero, claro, ¿quién iba a imaginar algo tan inimaginable como el 11-S  tan solo un día antes?