El momento mágico en el que los comunistas se pondrían a la cabeza se denominó “sorpasso”, que en italiano quiere decir adelantamiento. A quien tenían que adelantar era a la Democracia Cristiana, el partido-mafia que marimondeaba el país desde el final de la guerra. El “sorpasso” nunca se produjo. A partir de los ochenta el comunismo empezó a perder adeptos en todo el mundo. Italia no fue una excepción. La gente veía por la tele las colas que hacían los moscovitas para comprar una barra de pan duro y se les quitaba la tontería en el acto. La revolución, que sólo diez años antes parecía tan atractiva, se había quedado en nada. Por aquella época, además, empezó a instalarse en los puestos de mando toda la purria sesentayochesca, y ahora que les tocaba a ellos no iban a desmontar el tinglado.
Los comunistas italianos siempre soñaron con “sorpassare” al adversario desde la oposición. Luego, ya en la poltrona, harían lo que les viniese en gana. Las cartas estaban sobre la mesa: “como ganemos, y vamos a hacerlo, os vais a enterar pero bien enterados de lo que vale un peine”. De aquello nadie se acuerda ya, han pasado cuarenta años y la memoria es muy débil, especialmente desde que Rubalcaba implantó la LOGSE a mayor gloria del aprobado general.
En España hemos vuelto a inventar el “sorpasso”, aunque esta vez a la inversa. Nuestra aportación corre a cargo del PP sorayí y rajoyano. Carece de teoría, es todo práctica, práctica que consiste en llegar al Gobierno con mayoría absoluta y desarrollar hasta sus últimas consecuencias el programa del contrario. Que la Pesoe gastaba, nosotros gastamos más. Que la Pesoe subió el IVA dos puntos, nosotros lo subimos tres, y, de propina, subimos el IRPF y damos treinta zapatillazos fiscales en un año. Que la Pesoe era ecologista, pacifista y feminista, nosotros somos todo eso y, para que no se queje el respetable, le metemos un plus de mala leche y caras largas.
El “sorpasso” a la española no se hace desde la oposición, sino desde el Gobierno, de ahí su novedad. No está pensado para atornillarse al poder durante cien años, sino para dejarlo en una legislatura, o menos. Luego, pasado el mal trago, los legítimos propietarios del BOE volverán y ralentizarán los avances del cuatrienio rajoyino, no vaya a ser que los marhuendas se cabreen y salgan de manifa con las víctimas del terrorismo, o con los autónomos, o con los antiabortistas. La grandeza de nuestro “sorpasso” reside ahí, en su eficacia. Es un acelerador de progreso. La arriolada definitiva.
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