Para los que me preguntan a cuenta de este tuit que publiqué anoche, no tengo nada personal contra Gloria Álvarez, alias @crazyglorita, pero si contra los que utilizan el liberalismo como caja registradora, que son bastantes más de los que imaginamos. Y se de lo que me hablo. A Gloria Álvarez, de hecho, ni siquiera la he tratado a pesar de que viví cerca de un año en Guatemala, por lo que no hay despecho ni motivación personal alguna en mis palabras. Me consta que Gloria no es la única que se ha apuntado a esa deplorable empresa llamada Liberalismo S.A, pero si es de las últimas en subirse al carro. Precisamente como ha sido de las últimas y quiere hacienda propia pues su parloteo es tan incesante como vacuo. Sé que las ideologías, como sustitutas a fin de cuentas de las religiones, necesitan clero remunerado a costa de los feligreses. El tema es que el liberalismo no es una ideología por lo que ese clero simplemente sobra, y si alguien se pone la casulla y predica una suerte de verdad liberal revelada la obligación de los que esto nos lo creemos es denunciar al farsante... o, para el caso, la farsanta.
Y eso es exactamente lo que hace Gloria Álvarez de un tiempo a esta parte, exactamente desde que, hace cosa de un par de años se dejó caer por Zaragoza (la de España, que en Guatemala hay otra), en no se que vaina del parlamento de jóvenes iberoamericanos o algo así (a cuenta del contribuyente, claro), dio una charla sobre las miserias del populismo. A los españoles nos pilló con la guardia baja por la repentina irrupción de Podemos y aquella intervención corrió como la pólvora por las redes sociales. "¿No has visto el vídeo de la venezolana esa cagándose en Podemos?" me llegaron a decir en cierta ocasión. "Sí, lo he visto, pero no es venezolana, es guatemalteca, y no se caga en Podemos, sino en el populismo". Pero aquí, ya se sabe, deseando confirmar nuestros más oscuros temores, oímos a una con acento hispanoamericano y se nos hacen los ojos chiribitas. "Ya, pero está buena", remachan algunos. Muchas de Podemos también están buenas y no por eso las aplaudimos. Camila Vallejo, la comunista chilena, está extraordinariamente buena y ya veis los destrozos que ella solita se ha encargado de perpetrar. Que esté buena, sinceramente os lo digo, es irrelevante. Cuenta, como es obvio, que cuando alguien transmite un mensaje cuide el aspecto físico, se presente aseado y vaya correctamente vestido, pero como medio, no como fin en sí mismo. Reconozco, con todo, que ese medio yo no lo cuido mucho, quizá porque, a diferencia de la mujer esta, yo si soy de extracción popular.
Lo cierto es que Gloria Álvarez está, efectivamente, buena, pero ese no es, como dicen los ingleses, the point. El point es otro. El point es que para dar sermones hay que haber leído antes y, sobre todo, no puedes ni debes vivir de las homilías, entre otras cosas porque los conflictos de intereses no tardarán en aparecer. El point también es que si supeditamos la difusión de nuestras ideas a que la difusora esté buena lo más probable es que lo único que se difunda sea humo a gusto del difusor. El point es, en definitiva, que el activismo liberal está bien siempre y cuando predicar y dar trigo sea una misma cosa y no termine el activismo comiéndose al liberalismo.
En el caso de Gloria Álvarez del liberalismo han dado cuenta su propio activismo desnortado y la vanidad, esta en grado extremo porque ha llegado a creerse el personaje de campeona del capitalismo en tierra de infieles. Al final ha sucedido lo que tenía que suceder: todo es pose y nada es verdad. Si estuviera en Venezuela quizá colase como misionera de urgencia. Si estuviese más preparada no se notaría tanto, pero es que no lo está. No es ya que no sepa escribir, que no sabe, es que no tiene de que hacerlo porque lo suyo es un monocultivo de un producto que, además, nadie consume más que en su forma de sucedáneo antipopulista. La teoría esa de la república que repite constantemente no aguanta ni medio asalto, es una excentricidad de millonarios centroamericanos que no tolera el más mínimo contacto con la realidad y, menos aún, con la realidad guatemalteca, que es la que se supone que debería transformar con sus encendidas arengas. Suerte tiene de que no le pongan delante más a menudo a socialistas bien formados y, sobre todo, de que la izquierda guatemalteca esté hecha con materiales de derribo.
Por lo demás, ella es libre de seguir haciendo lo que hace, tanto como yo de recordárselo. Solo os recuerdo una cosa: no se debe confiar en nadie que no vive conforme a sus principios porque lo más probable es que esos principios sean falsos. Y a nadie le gusta que le engañen, ¿verdad?
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