Dicen que la productividad ha aumentado en los últimos años. No lo dudo. España produce aproximadamente lo mismo con muchos menos trabajadores. Ya sólo falta que los que están en el paro dejen de estarlo. Entonces podremos sacar pecho y decir que no hay quien nos tosa. La otra productividad, la de paridas, chorradas e ideas peregrinas, esa en la que somos peritos, está en máximos históricos. A los españoles se nos calienta la boca con mucha facilidad. Nos apasiona hablar más de la cuenta y decir tonterías. Debe de ser cosa de la cultura latina pasada por el tamiz hispano, que es de natural arrojado y hasta suicida.
La cantidad y calidad de bobadas que se oyen por estos pagos no tienen parangón en ningún otro país del mundo civilizado. Es una suerte que, al final, casi todo se quede en palabras. Pasa un poco como con las peleas a la puerta de los bares. En Inglaterra salen dos macarras del pub, cruzan un par de insultos y luego se atizan sin contemplaciones. Aquí rara vez se llega al puñetazo, todo son empujones, improperios y mentamientos a la madre. Con estos precedentes, es normal que los políticos hablen sin parar sabiendo de antemano que lo suyo no va a ir más allá del titular en el diario del día siguiente. Hablar sale gratis, básicamente porque no tiene consecuencias prácticas.
Esto me lleva directo a la idiotez que acaba de soltar el así llamado “Consejo de Transición Nacional” de Cataluña en comandita con los de Esquerra. Dicen, o eso me ha parecido leer, que, cuando consigan independizarse del resto de España, valorarán pedir al ejército francés que vele por su “independencia”. Fascinante. De tanto inventarse su propia historia, estos tíos han terminado por desconocer episodios fundamentales de la misma. Eso de pedir amparo a Francia ya lo hicieron en 1640. Francia se lo prestó, por descontado, y años después fue la propia Generalidad la que pidió ayuda a Felipe IV para sacudirse el yugo gabacho.
De eso no se acuerdan o no quieren hacerlo. Lo que si deberían saberse al dedillo es una canción que sus cadetes tararean en cuanto se juntan cuatro acompañados de suficiente cerveza como para olvidar lo que es la vergüenza ajena. Se titula “La prisión del rey de Francia” y viene a relatar en verso el apresamiento del rey de Francia en cierta ocasión que se aventuró más allá del Pirineo en su vertiente catalana. “Ja partí el rei de França un dilluns al de matí. Va partir per prendre Espanya i els espanyols be l'han pris”, dice la tonadilla patriótica. No le hace falta ni traducción. El rey de Francia quería conquistar España (que ya hay que ser ingenuo), cruzó la raya y al otro lado se encontró “als espanyols”, es decir, “als catalans”, que le dieron para el pelo.
Capturar a un rey de Francia y luego enchironarle es gesta que bien merece cantares, por eso sorprende que ahora estos taruguillos semianalfabetos nos vengan con lo de buscar precisamente en ese rey la garantía de una independencia que no sería tal. No me digan que no es una parida perfecta. Lo dicho, estamos en máximos históricos.
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