El alcalde de Getafe, uno del PP llamado Juan Soler, acaba de subastar el coche que se había agenciado su antecesor en el cargo, uno del PSOE llamado Pedro Castro. Hasta aquí todo normal, pero vayamos al detalle. El buga, un pedazo de Audi A8 color negro Habana efecto perla, digno del Príncipe de Zamunda, costó a los vecinos de esta industriosa ciudad de gran tradición obrera 120.000 euros hace unos años. Eran otros tiempos. El dinero corría a velocidad endiablada de mano en mano, mucho dinero, cada año más y en mayor cantidad. Los alcaldes no tenían más que sacar un rato el cazamariposas por la ventana del despacho y agenciarse unos milloncejos, que lo mismo servían para cambiar de coche que para levantar una biblioteca municipal para cada vecino, después, claro está, de haber grabado en letras doradas sobre su frontispicio el nombre de algún intelectual de progreso.
Y lo mejor de todo, el fiestorro era totalmente legal. La liquidez sin límites que daba el BCE sumada a la fiebre ladrillera que contrajo el país hacían posible un milagro fiscal como no se había visto antes… y como no se volverá a ver después. De aquellas recaudaciones extraordinarias aquellos excesos, y de aquellos excesos estas calamidades que hoy nos afligen. Volviendo al buguita de Castro, que el alcalde de Getafe moviese su menudo cuerpecillo de sindicalista poligonero en el mismo coche que el presidente de la Bundesrepublik debería habernos puesto en guardia. Pero nada, aquí eso era lo normal, éramos ricos y qué menos que homenajear a nuestros munícipes con coches caros, miel y fantasía.
En la vecina Leganés su alcalde, también socialista, se compró un Citroën clavado al de Sarkozy. Para entonces ya había comenzado la crisis y los vecinos se la tuvieron que envainar, aunque, a modo de venganza, motejaron el coche “presidencial” del alcalde como “Sarkomóvil”, y así lo estuvieron llamando hasta que el nuevo alcalde, esta vez del PP, le dio puerta tan pronto como llegó al consistorio. El derroche es como el fumeteo, una adicción incontrolable que, una vez adquirida, es muy difícil de abandonar. El politiquerío nacional roza la politoxicomanía en todo lo referente al gasto, de ahí que no salgamos de la crisis ni a empujones.
No sé por cuánto se vendió el “Sarkomóvil” de Leganés, lo que si me consta es el precio que un comprador particular acaba de pagar por el haiga de Getafe: 12.050 euros, es decir, diez veces menos de lo que el ayuntamiento tuvo que apoquinar al concesionario de Audi en los tiempos de vino y rosas. Una minusvalía del 90%, una liquidación por derribo, una ruina sin paliativos, una metáfora del desmoronamiento nacional. Si el cochazo de Pedro Castro vale una décima parte de lo que costó no sería muy aventurado intuir que España vale eso mismo, un mísero 10% de lo que creíamos que valía cuando los Pedroscastro dominaban esta parte del mundo, dejada ya de la mano de Dios y que enfila por voluntad propia el camino del cadalso.
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