miércoles, 27 de febrero de 2013

Lacayos peperos (sic)

Alguien en un diario que se llama "Alerta Digital" y que se dice "sin matices ni medias tintas" ha decidido meterme en una lista de "lacayos peperos" (sic). No es que me moleste, me da igual e incluso me gusta, pero quisiera hacer un par de precisiones al autor de la misma por si le diese por actualizarla.

1) Mi primer apellido no es Díez, sino Díaz, como el Cid Campeador, como el cronista de la conquista de Nueva España, como el descubridor del Río de la Plata, como el primero que dobló el cabo de Buena Esperanza. Sin intención de menospreciar a los Díez, los Díaz tenemos razones de sobra para sentirnos orgullosos del patronímico y reclamar la "a" que precede a la "z".

2) Tal vez sea un lacayo pepero, pero un lacayo bastante revoltoso y faltón. En resumen, que no doy más estopa a los del PP porque no tiene más horas el día.

Dicho esto, aquí está la captura de la lista. Confieso que me encanta que me critiquen y me falten el respeto. Así que ya saben, si me quieren hacer feliz, insulten, pero con nombre y apellidos delante, para que, en justa lid, pueda responder. Lo que ya no me gusta tanto es eso de que los así llamados "lacayos peperos", tengamos que ser "perseguidos civilmente". Eso de las persecuciones todo el mundo sabe como empiezan y, especialmente, como acaban. Y una cosa es cachondearse de Marhuenda y sus portadas sorayitrópicas, otra bien distinta es perseguirle. Lo primero entra en el terreno de la crítica legítima a la que se expone todo periodista, lo segundo en el del código penal.

Tampoco me parece buena idea eso de que se nos exijan "responsabilidades" por nuestra supuesta "complicidad en el sufrimiento de los indefensos, de los españoles". Básicamente porque es mentira que ninguno de los consignados en esa lista sean cómplices de sufrimiento alguno, y menos aún en el de los indefensos. Además, ¿cuáles son esas responsabilidades? ¿Hablar bien de un Gobierno (no es mi caso, obviamente) es delito? No, ¿verdad?, pues eso, mejor dejar estos excesos para otros asuntos, que luego pasa lo que pasa y ciertas cosas no se pueden deshacer.


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