De un año a esta parte tenemos a la extrema izquierda especialmente atontada con el activismo callejero. Fue llegar Rajoy a la poltrona y despertar súbitamente todas las células que dormían a pierna suelta en las sedes de los sindicatos. Desde entonces la Villa ha padecido más manifestaciones en un mes que en toda la década de los noventa. A un servidor, que es perroflautólogo diplomado y sabe de los perroflautas más que ellos de sí mismos, esta querencia por la manifa le ha venido de perlas, porque mi objeto de estudio se ha puesto en marcha invadiendo calles y plazas como sólo ellos saben hacerlo.
Antes eso mismo lo tenía que imaginar leyendo sus páginas web o, como mucho, acercándome a las manifas amaestradas y viejunas del 1 de mayo, en las que no hay más que estómagos agradecidos que rememoran los tiempos heroicos en los que aún no se habían liberado del odioso yugo del trabajo. Hoy todo ha cambiado. El perroflautaje se ha renovado de arriba a abajo y a los especialistas nos ofrece casos prácticos de estudio realmente interesantes. Uno de ellos es la cosa esa de las mareas. La verde, por ejemplo, es la de los profesores que luchan por una educación estatal. La blanca la de los sanitarios que hacen lo propio por una sanidad ídem de ídem. Todo muy estatal, el Estado que no falte, que son revolucionarios.
Esto de las mareas, muy vistosas en la calle con sus bongos, sus batucadas y sus niños de dos años subidos a hombros del típico compañero sentimental calzonazos que hace méritos, era el aperitivo del plato principal: los sitios a edificios representativos. Como un año no da mucho de sí y estos pierden demasiado tiempo en las asambleas, empezaron sitiando el Congreso de los Diputados y se les echó el invierno encima. El perroflautismo, no me cansaré de decirlo, es para el verano, así que han tenido que pasar unos cuantos meses para ver el siguiente asedio: el de las sedes del PP.
Todo un clásico revisitado. Dentro de cien años no habrá generación de españoles que no se haya plantado delante de una sede del PP a berrear consignas. Tal vez para 2050 se hagan películas homenaje de los héroes, igual que ahora se hacen de los milicianos del Frente Popular. La mitología de la izquierda es siempre previsible así que, joven lector, prepárese para ver de viejo en la gran pantalla lo que hoy ha visto por YouTube.
El asedio es condición previa para el asalto, y éste ya ha comenzado. Lo ha hecho donde tenía que hacerlo, en una iglesia. La china le ha tocado a la Almudena, una catedral fea de solemnidad a la que los madrileños vamos poco porque nos da grima mirarla de cerca. El desdichado duomo matritense ha sido víctima de un atentado frustrado. Unos desconsiderados que atienden al nombre de Comando Mateo Morral han colocado una bomba en un confesionario. ¿Adivinen para qué? Para protestar contra la monarquía, que es lo suyo en una catedral. Era de esperar que la revolución en manos de estas víctimas de la LOGSE, llamémosles Mateomorrales, tuviese estos inexplicables saltos de eje.
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