El diario La Razón cumple en 2013 quince años de vida. Como uno ya se acerca a la cuarentena, recuerda a la perfección cuando este periódico nació. Fue en 1998 y nadie daba un duro por él. Era una reinterpretación personalísima del ABC ansonita amoldada a los nuevos tiempos que, como han pasado suficientes años, son ya viejos y mueve un poco a risa rememorarlos. En 1998 Internet ya existía pero su uso no estaba aún muy generalizado. La gente seguía comprando periódicos de papel aunque todos sabíamos que, más pronto que tarde, esos mismos lectores iban a emigrar en masa a la red tan pronto como la prensa diaria la conquistase. Ese santo grial internetero iba a ser de gratis, naturalmente, y abundantísimo.
Pero ese no era el motivo por el que la gente desconfiaba del futuro de La Razón. El segmento al que iba dirigido el nuevo diario era el mismo que el de ABC, un segmento, por lo demás, que aunque no se iba a pasar a Internet ni de coña, estaba muy envejecido y, por lo tanto, iría menguando con el tiempo. Recuerdo un chiste que se contaba por aquella época. Se decía que, en ABC, por cada esquela que publicaban perdían un suscriptor. La familia despedía al finado por todo lo alto encargando una estela y luego cancelaba la suscripción anual. Era un chiste, obviamente, pero muy desencaminado no iba, la verdad, y a las cifras de ventas y difusión me remito.
La Razón, sin embargo, funcionó, a duras penas cierto es, pero consiguió mantenerse a flote. Su fundador, Luis María Ansón, se llevó a buena parte de los lectores de ABC, a muchos de sus periodistas y unos cuantos columnistas. Era como el ABC bis. Coincidían en línea editorial, en estilo y hasta en diseño. Sospecho que lo hicieron así con idea de que el cambio de periódico no fuese demasiado traumático para los lectores. Anson mandaba en la redacción, pero el periódico pertenecía en realidad a Planeta, la editorial catalana que, años después y por apaciguar a los políticos locales, compró Avuí, una cabecera independentista y ahíta de subvenciones que siempre había constituido una completa ruina económica para sus editores. Eso marcó la salida de Ansón del diario. Una salida muy ruidosa, con carta abierta de por medio que fue la comidilla durante unos días allá por 2006.
Con Ansón fuera el diario fue a más, se consolidó como diario de derechas nacional y, gracias a la buena mano con los políticos que siempre ha tenido el dueño de Planeta, se convirtió en el periódico oficioso del PP. Así, sin ambages y sin disimular lo más mínimo, del PP y punto. A ello contribuía el hecho de que su redactor jefe en Cataluña era un tal Francisco Marhuenda, antiguo director de gabinete de Mariano Rajoy cuando el barbas fue ministro en tiempos de Aznar.
Pasaron un par de años y este Marhuenda fue nombrado director de la edición nacional. Fue justo a tiempo de que Rajoy palmase en las elecciones de 2008 (no recuerdo la fecha exacta, pero fue por aquella época) y convocase el congreso búlgaro de Valencia que, a la postre, ayuda a explicar todo lo que ha pasado en España y en el propio PP en los últimos y aciagos años.
Marhuenda se alineó sin fisuras no tanto con el PP como con su antiguo jefe, a quien le une una especie de devotio ibérica. Espero que cuando a Rajoy lo saquen a gorrazos de Moncloa tenga la decencia de despeñarse desde algún desfiladero como hacían los antiguos guerreros íberos. Sería todo un detalle. Antes de arrojarse al vacío gritando “¡Rajoyyy por qué me has abandonado!” puede donar las gafitas de repelente niño Vicente al Congreso de los Diputados para que las expongan dentro de una urna en el salón de los pasos perdidos.
Una comunidad de intereses tan absoluta entre un político y un director de periódico no se veía desde tiempos de la Transición, cuando Janli Cebrián y Felipe González estaban a partir un piñón. Para desgracia nuestra como luego se pudo comprobar. Ver a un periodista y a un político de la mano es el presagio de las peores catástrofes. A ver si aprendemos de una vez. Entre la política y el periodismo debe existir un impenetrable muro de contención. Ellos están en su sitio, mintiendo y llevándoselo crudo y nosotros en el nuestro, contándoselo al personal. Ellos morirán ricos pero cubiertos de mierda, nosotros pobres pero con la conciencia tranquila. Vaya una cosa por la otra.
Lo cierto es que Marhuenda, a diferencia de Cebrián, no es ni ha sido nunca un periodista en el sentido estricto de la palabra. En él se amalgaman el plumilla y el político, lo que en el caso marhuendí se traduce en un plumilla servil con el político y un político servil con el ministro. Como puede verse, una auténtica plaga egipcia que ha terminado por extenderse a las cada vez más psicotrópicas portadas de La Razón.
Porque, no nos engañemos, Marhuenda es lo que es y a su naturaleza le debe hacer lo que hace, hablar como habla y marhuendizar la portada noche tras noche. Aparte de llevar el gabinete de Rajoy en dos ministerios distintos, fue director de Relaciones con las Cortes y diputado del PP en el parlamento de Cataluña. Antes de eso fue baranda en las juventudes de UCD y presidente del Club Liberal de Barcelona. Vamos, un politicastro en toda regla, con el cursus honorum completito. Y eso marca. La pregunta que muchos se hacen ahora es por qué Marhuenda dejó la política. Según cuentan las malas lenguas por un vergonzoso asuntillo, algo de porte menor que debió hacerle replantearse la vuelta al periodismo.
Un momento, ¿vuelta al periodismo? ¿Qué hizo tito Marhuenda antes de que el politiqueo entrase en su vida y su vida en el politiqueo? Dicen que fue colaborador en ABC y jefe de opinión del “Noticiero Universal”. Llegar a director de periódico nacional con tan sucinto curriculum periodístico no está nada mal. Desconozco en qué consistirían sus colaboraciones en ABC, lo que si sé es que el “Noticiero Universal” era un vespertino minoritario que cerró en 1985, es decir, cuando Marhuenda tenía 24 años. Su jefatura de opinión no debió durar mucho.
Así que de vuelta al periodismo nada. Incorporación al periodismo, que es bien distinto. Si la hemeroteca no engaña su incorporación se produjo en 2001, con 40 añazos bien cumplidos, y en sólo siete años le hicieron director. Todo un carrerón… político. Porque si no está la política de por medio no se entiende un ascenso tan fulminante y tardío como el del pavo este, que llevo muchos años en el negocio y sé de lo que hablo. Con todo un señor ministro de padrino y la espalda a modo de alfombra para lo que el señor ministro mande cualquiera progresa tanto en tan poco tiempo.
Con esto último creo que queda explicado el fenómeno Marhuenda y su expresión gráfica definitiva: el marhuendazo, una reelaboración 100% española del boletín de Partido de toda la vida. No se sorprendan ni se enojen, el buen hombre no puede hacer otra cosa, no sabe hacer otra cosa. El Partido y la Portada son una indivisible unidad de destino en lo marhuendil y Él es su profeta. Lo que no sé ya es si La Razón, diario honrado de limpios orígenes, podrá sobrevivir a ambos cuando el maná del BOE que alimenta a Partido y Portada se agoste.
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