Uno no se apercibe de la distancia insalvable que separa a la clase política del resto de la nación hasta que se da un paseo por los titulares tontos de los periódicos. Ejemplo número uno: la DGT y su recomendación para que renovemos el coche cuanto antes. Al parecer, esta dirección general que un servidor, en su ingenuidad, pensaba que sólo servía para meter miedo al personal con abracadabrantes anuncios televisivos, anda preocupada porque el parque automovilístico español se está quedando viejo. En consecuencia pide a la ciudadanía conductora que cambie de coche cuanto antes, porque "es conocedora de la importancia que tiene el vehículo en el momento del accidente".
Estas palabras, que digo, este homenaje a Perogrullo, fueron pronunciadas el otro día por la directora general del Tráfico, una tal María Seguí, politicastra de obediencia cospedalina y, en el siglo, cirujana natural de Barcelona. La buena mujer, conocedora también de la importancia que tiene repetir lo que todos ya sabemos, no se quedó ahí. Nos recordó que debemos "reconsiderar qué vehículo tenemos y aprovechar para renovarlo". Vale, tomamos nota, aunque sea sólo por evitar volverla a oír, ya que amenazó con que "en los próximos meses se va a hablar mucho de la antigüedad del parque vehicular". Pues nada, que hablen todo lo que quieran, hasta hartarse si es preciso, y que hagan, como insistía la inefable Seguí mientras se escuchaba a sí misma, "un esfuerzo importante para aprovechar las circunstancias y lanzar el mensaje".
Expuestas las razones de la directora general, llega mi turno. Doña María, conducimos coches viejos porque no podemos permitirnos otros, no porque nos guste. Si su Gobierno no nos robase tanto y con tanta dedicación por la vía fiscal, tal vez podríamos cambiarlos más a menudo, pero no es el caso, así que, haga el favor de abstenerse de tocarnos los gitanales con las manos frías. Es algo tan de cajón que no se como esta señora, con sus cirujanías a cuestas, no se ha dado cuenta hasta ahora. Sin dinero en el bolsillo no hay coche en el garaje. ¿Ve lo simple que es?, ¿calcula la cantidad de saliva que se habría ahorrado?
Lo de los coches me lleva directo al ejemplo número dos, la sangre que los mueve: la gasolina. Resulta que, aunque el precio del petróleo se mantiene, la gasolina sigue subiendo todo lo que le da la gana y un poco más. La culpa, dicen los opositores de Moncloa, es de las petroleras, que son muy malas y muy avariciosas. Ya, seguro. Lo que no cuentan es que ellos solitos se encargan de multiplicar por dos el precio del litro. Los coleguis de la señora Seguí, de oficio sus perogrulladas, le meten un impuesto especial, un IVA recrecido y el mal llamado céntimo sanitario, que ni es un céntimo ni es sanitario, son varios céntimos que los sátrapas autonómicos gastan en lo que ellos creen conveniente.
Pero habíamos quedado en que todo se debía a la perfidia sin tasa de las petroleras. A esas van a apretarles las tuercas con un buen golpe de BOE, como sólo ellos saben hacerlo. ¿Saben cómo? Permitiendo que abran más gasolineras. Si era algo tan sencillo, ¿por qué no lo hicieron antes? Además, ¿de verdad hacen falta más gasolineras cuando las que ya hay están medio vacías? Lo cierto es que a ellos les da absolutamente igual cuánto cueste la gasolina y los años que tiene nuestro coche. A ellos, a Seguí y compañía, les pagamos ambas cosas. Normal que no se enteren de nada.
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