El otro día me contaron que el número de viajeros en los
autobuses urbanos de Madrid había caído a niveles de 1973. No es mal dato. Eso
es un ajuste y lo demás son tonterías. Cuarenta años de crecimiento para luego
caer de golpe. Algo similar, aunque no tan radical, le ha pasado al Metro, al
ferrocarril, al avión y al coche particular. Supongo que habrá aumentado el uso
de la bicicleta porque no gasta y, como hay tanta gente en paro, a muchos les
sobra el tiempo para darse un pirulo en bici por el parque. En resumidas
cuentas, que nos movemos poco porque moverse es caro y antes de desplazarse de
un lado a otro está llenar la barriga, ese aborrecible hábito burgués que no
terminamos de abandonar.
Me explico. El petróleo cotiza al alza desde hace años, pero ya
no está tan caro como en 2008. ¿Por qué sigue subiendo entonces la gasolina?
Básicamente por los impuestos. La mitad del litro de súper se la queda el
Gobierno porque sí, porque Montoro lo vale. Luego, en un acto de cinismo sin
límites, se queja de que las carreteras están vacías y no se venda un maldito
coche. Bastaría con gravar la gasolina sólo con el IVA para que se reactivase el
tráfico, la venta de coches y el crecimiento económico en el acto. Ah, pero de
eso ni hablar. Lo primero es lo primero, y lo primero son ellos y su tren de
gasto. Usted ya tiene la bicicleta para pasear por el parque, ¿qué más quiere
so egoísta protodefraudador de Hacienda?
Con la electricidad el crimen es aún mayor. La luz no tenemos
que importarla. La generamos aquí, en las Batuecas, de todas las maneras
posibles. Pero, ay, el Gobierno ha decidido que lo hagamos del modo más
ineficiente posible. No contento con eso, a cada vatio generado le mete un
batallón de primas, peajes, tasas, impuestos y moratorias. Resultado: a la
factura de la luz la llamamos, con toda la razón del mundo, la
"dolorosa". El dolor es nuestro y el placer suyo. Cada céntimo que
pagamos de más va directo de nuestro bolsillo al suyo. Este es el "pacto
social" de la socialdemocracia rampante que nos gobierna, unos producen y
pagan mientras otros cobran y gastan.
Podría
ser distinto, podría
ser que sólo
existiese un impuesto por cada bien que consumimos. Pero eso sería pedir demasiado. El Estado social
necesita de siervos que lo mantengan y que, a ser posible, se quejen lo justo.
Sea solidario y no olvide pasarse por la oficina del paro para sellar su
cartilla. En bicicleta, claro.
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