Sea sincero, dígame que ve aquí:
Supongo que lo mismo que yo. Un grupo de occidentales, por sus rasgos del sur de Europa, probablemente españoles, posando de punta en blanco junto a un chino con cara de pocos amigos. Y quien dice chino dice japonés, taiwanés o del barrio alto de Singapur. ¿Qué hace ese grupete tan bien plantado posando para el fotógrafo con altivez de triunfador? Tal vez han acabado un curso del máster en el IESE y están en la fiesta de fin de curso, o en un viaje a las oficinas de una multinacional en Yokohama, o quizá en un acto de entrega de premios a los mejores doctorandos. Sea lo que sea es algo burgués, y burgueses son quienes posan. A mi las cosas de burgueses me parecen algo bueno para la sociedad. Un mundo de burgueses es un mundo rico, basado en el comercio y los contratos libres que engendran dulzura y cortesía. Para los comunistas, sin embargo, el destino único de lo burgués es desaparecer violentamente porque la lógica que presuntamente habita en las cabecitas de los de la foto es distinta de la lógica proletaria. No son, en definitiva, humanos, al menos no propiamente humanos. A esos se los puede liquidar. ¿Que no se lo cree? Vea esto y luego continuo:
¿Impactado? Pues más le va a impactar si le cuento quiénes son los de la foto. Le muestro otra con una pista... mejor dicho, con dos pistas:
¿Lo capta? ¿No? Sin problema, pongo otra a ver si con esta termina de adivinarlo.
Verde con asas, pero, ya por puro vicio, ilustro con una última fotografía el fam-trip norcoreano de estos protorrevolucionarios estadoespañolíes disfrazados (o no) de niños pera del barrio de Salamanca.
Después de esta cualquier duda será ofensiva de necesidad. Lo que tenemos ante nuestros ojos es a la llamada Brigada Lee In-Mo de viaje en Pyonyang hace solo unos meses, en octubre del año pasado para ser más exactos. Han colgado el álbum entero del viaje en Facebook. Ánimo, perroflautólogo cadete, deléitese con él. Los brigadistas que, a la vista está, no han ido a deslomarse cultivando arroz, son militantes de una cosa llamada Colectivos de Jóvenes Comunistas (CJC), una organización juvenil dependiente del PCPE que, en sus propias palabras "trabaja por incorporar a la juventud a la lucha por el socialismo y el comunismo". Si la incorporación al socialismo consiste en estar de viaje por el ancho mundo hecho un pincel sospecho que les van a llover las solicitudes de ingreso. Entretanto que aprovechen y se den buenas comilonas a la salud de Kim Jong-un porque cuando empiecen a entrar nuevos revolucionarios reclamando su parte de pastel viajero van a tocar a mucho menos.
Repuestos del susto, toca preguntarse si todo comunista es en realidad un señoritingo relamido como los que el rapero Hasél ajusticia en sus videoclips. Es posible que lo sean, es más, creo firmemente que lo son. La elite de los países del este era, amén de despótica e intratable para el pueblo llano, muy refinada de formas. A los jerarcas les iba el coñac francés, los trajes italianos y los puros habanos de buen tiro, intensos y aromáticos como la buena teoría marxista. En la Waldsiedlung de Berlín los amos de la RDA vivían a todo trapo mientras la gente padecía escaseces. Lo cuento en mi "Historia criminal del comunismo" (si no lo ha leído no se a que espera, aquí lo tiene a precio muy poco comunista). Los revolucionarios de nuevo cuño tipo los hijos de Chávez han salido más macarras, se pirran por ir a Disneylandia y por conducir un Hummer como los jugadores de fútbol americano.
Al comunista genuino le va el lujo, el traje de alpaca y la exquisitez. Estos de las CJC son un ejemplo tardío pero ilustrativo. Se agradece, la verdad. Puesto a que uno le ejecuten siempre será mejor que lo haga un gentleman y no los del pantalón cagado que acamparon en la Puerta del Sol.
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