Gracias a los 75 kilos del PIVE decían los blasillos del ministerio que la industria del automóvil ni se iba a enterar de la crisis. Ya se sabe que lo del automóvil es estratégico, palabro que el politiquerío siempre pronuncia con el compungimiento habitual cinco minutos antes de cada atraco. El resultado lo tenemos a la vista y es tan estratégico que las ventas han bajado más aún que el crédito de este Gobierno autista y desnortado que padecemos a mayor gloria montórida desde hace un año y tres meses.
Con las mal llamadas ayudas de los mal llamados planes de estímulo pasa lo que con todas las malas ideas, no se demuestra que lo son hasta que es demasiado tarde. Una mala idea, por ejemplo, fue meterse en guerras con los protestantes holandeses. A Felipe II, sin embargo, aquello le parecía una idea excelente que a todos favorecía, especialmente a los herejes a los que había que sacar de su error a mosquetazos. Ochenta años y miles de muertos después se supo que de buena idea no tenía nada. Lo de Holanda se sabía que era una batalla perdida desde el principio, y así quisieron hacer verlo algunos hombres principales del reino. Pero nadie les hizo caso y el país se quedó hecho unos zorros para los restos.
Con el keynesianismo de baratillo del Gobiernillo sorayino sucede algo similar. Su maldad reside no tanto en los malos resultados que arroja, sino en la demora en el tiempo de estos malos resultados. Subir los impuestos, subsidiar a todo bicho viviente y cepillarse la moneda vía inflación son medidas que surten el efecto no deseado a varios años vista. Entretanto vacían la bolsa de unos para llenar la de otros, que en eso y no en otra cosa consiste este invento de la socialdemocracia. Lo que no imaginábamos es que los de la camada rajoyesca iban a ser más socialistas que los genuinos propietarios de la marca.
Supieron disimularlo muy bien. Aunque, claro, su felonía es pistola de una sola bala. En las próximas elecciones, que están a la vuelta de la esquina mal que les pese a la recua esta de opositores, van a pasar más tiempo pidiendo perdón a sus propios votantes que atacando al contrario. Tal vez para entonces ya sea demasiado tarde y las disculpas no sirvan de nada. Tuvieron la oportunidad y la dejaron pasar. Nosotros, entretanto, podremos ir poniendo la otra mejilla para que nos la abofetee con saña el siguiente que venga.
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