Esto es lo primero que al españolito de a pie le viene a la cabeza. Pero yo, querido lector, no soy un españolito de pie cualquiera, sino un españolito de a pie que se la tiene tomada a esta banda de opositores que, no contentos con llevarnos a la ruina, ahora se ríen de nosotros un día sí y al otro también. Por lo tanto, en mi condición de tal, no me queda más remedio que hacer más preguntas. Ahí van.
Primera. Si esos 57 organismos se podían eliminar, fusionar o simplificar, ¿por qué tardan casi dos años en hacerlo? Un empresario en cuanto detecta que algo sobra en su empresa lo elimina o lo simplifica en el acto o tan pronto como se lo aprueba el consejo de administración. Pero claro, estos no son empresarios sino burócratas, y no disparan con pólvora propia, sino con la ajena. Por pólvora ajena hay que entender lo que nos quita Montoro y lo que piden prestado fuera cada semana poniendo los impuestos que pagarán nuestros hijos como colateral del préstamo.
Segunda. ¿Necesita el Estado 57 organismos públicos? Siendo extremadamente generoso, partiendo del presupuesto de que el Estado existe para velar por nuestro derecho a la vida y a la propiedad, ¿no serían más que suficientes dos o tres ministerios y un buen sistema judicial? A partir de ahí el resto sobra, y en el resto incluyo a los 57 organismos de marras. Claro que, a lo peor, estos organismos -¿por qué 57 y no 87, ó 97, ó 107?- sólo sirven para colocar camaradas del sable. Va a ser eso. No, si tendremos que agradecer a Soraya y a los sorayos su sacrificio inmenso por privar a su gente, carne de su carne, oposición de su oposición, del inalienable derecho a vivir a costa de los demás. Derecho ganado gracias al carné y a años de obediencia ciega.
Tercera. ¿Por qué en septiembre y no mañana mismo? Si se pueden eliminar, fusionar o simplificar lo suyo es hacerlo ya, a 9 de julio y no esperar a septiembre. Cada día es gasto, y se entiende que esto lo van a hacer por gasto. Sospecho que al final no pasará nada, que esta sorayífera palanca se va a quedar en pura retórica para no tener que hablar de Bárcenas. Y sino, al tiempo.
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