Rajoy ha ganado con un resultado que en 2008 le hubiera obligado a dimitir. Pero no importa, ya no estamos en 2008Lo cierto es que tampoco ha “recuperado” (insisto en las comillas porque ningún partido tiene los votos en propiedad) demasiados porque Rajoy ha ganado con un resultado que en 2008 le hubiera obligado a dimitir. Pero no importa, ya no estamos en 2008 y, además, el sistema electoral en España lo rige una ley muy concreta, la creada hace más de cien años por Victor D’Hondt, un belga del que nadie tuvo noticia en España hasta que en los setenta su célebre ley se implantó entre nosotros para evitar que la democracia se nos italianizase. La ley d’Hondt es la responsable, por ejemplo, de que los naranjitos, que no han perdido ni un 1 punto porcentual con respecto a diciembre, lo hayan tenido que pagar con ocho escaños contantes y sonantes. Casi a escaño por décima. El PP, por su parte, cinco puntos de diferencia los ha convertido en 14 escaños a su favor. ¿Es injusto? Sí, lo es.
Albert Rivera centró su intervención en eso mismo, en lo caro que cuesta ser pobre. A él se lo van a contar, que las pasó de todos los colores durante su larguísima travesía del desierto por la Cataluña de los tripartitos, los Montillas y las Camachos. Una de las ventajas que Rivera tiene con respecto a otros candidatos es que sabe lo que es sudar la camiseta para al final conseguir poco o nada. Si se hubiese dedicado al ciclismo sería de esos gregarios que aúpan al líder hasta la cima del Angliru. Luego nadie se acuerda de ellos porque solo hicieron lo que tenían que hacer. Y Rivera ha hecho lo que tiene que hacer.
Ciudadanos ha pasado el examen de maturitá, que es como en Italia llaman a la selectividad. Solo nos queda esperar que se apliqueLa labor de Rivera, al menos por ahora, ha sido custodiar tres millones y pico de votos, básicamente de tendencia liberal, que venían votando al PP y que parece que no quieren votarle nunca más. Pero la guarda y custodia es un encargo que concluye cuando el legítimo propietario viene a retirar sus fondos. De Rivera depende que esos tres millones se conviertan en la base, necesariamente rocosa e impenetrable, de un partido de centro liberal, un FDP a la española que, más que votantes, custodie ideas, buenas ideas se entiende. Y las ideas no se retiran. A las ideas se las honra o se las traiciona. Juan Carlos Girauta, un Ciudadano de los de primera fila, bien lo sabe. Por no traicionarse a sí mismo lleva toda la vida de aquí para allá buscando su sitio. Espero que lo haya encontrado. Por ahora habremos de fiarnos de su olfato.
No sabemos aún si esta vez arrancará la legislatura porque los resultados han ido apurados y habrá que pactar –en algún caso incluso haciendo contorsiones–, lo que si sabemos es que esta vez puede ser diferente porque sus actores ya tienen papel fijo en la tragicomedia. Ciudadanos ha pasado el examen de maturitá, que es como en Italia llaman a la selectividad. Solo nos queda esperar que se aplique.
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