"Un rayo mata en Teruel a un rebaño de 140 ovejas en el paraje de "Las Cordilleras" de Moscardón". Acojonante. Esto, más que calentamiento global, es electrocución global. Ayer leí que, en una de las tormentas que están cayendo estos días en Aragón, un pobre pastor se quedó en el sitio por culpa de una descarga eléctrica mientras cuidaba del ganado. Lo de que a un pastor le parta un rayo entra dentro de lo normal, y es, dicho sea de paso, uno de los pocos riesgos laborales que existen en la relajada vida pastoril. El caso de las ovejas, sin embargo, me parece uno de esos que sirven de portada al "News of the world" y publicaciones similares. Es que no han sido ni dos ni tres, han sido 140, así, una detrás de otra. ¿Qué potencia tendría ese rayo para fulminar a tanto aninal? Yo, que soy de asfalto, creo que no he visto 140 ovejas juntas en mi vida, pero puedo imaginar la superficie que ocupan. Si cae uno de esos encima de un atasco en la M-30 no quiero ni pensar en la escabechina.
En la antiguedad, los griegos llamaban hecatombe al sacrificio de cien bueyes. Lo hacían sólo en contadas ocasiones y servía para aplacar la ira de los dioses. En el caso que nos ocupa no se trata de bueyes sino de ovejas, tanto da pues para su dueño es, como mínimo, una hecatombre económica que los peritos cuantificarán. Queda por dilucidar a qué dioses hay que complacer ahora. A los del ecologismo, por ejemplo, a los únicos profetas del fin del mundo que han tenido éxito con sus vaticinios. Esta hecatombe ovejuna viene a demostrarles que no todo lo que pasa en el mundo es culpa del hombre. Con todo, dudo mucho que lo vean de esa manera y ya habrá alguno que haya engarzado lo del cambio climático con las tormentas y su poderoso e "inusual" aparato eléctrico. ¿Qué no? Ya veremos.
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