viernes, 16 de junio de 2006

Corea del Norte, la última prisión

Gracias a un vínculo que proporcionaba ayer Ajopringue llegué hasta esta colección de fotos de Corea del Norte. Espectaculares. Las ha hecho un diseñador web ruso, Artemii Lebede, que, supongo que por motivos de trabajo, viajó hasta Corea recientemente. El álbum completo se encuentra aquí comentado en ruso. Me he tomado la licencia de escoger 18, las que más me han gustado, para colgarlas aquí con su comentario. La Corea que ha fotografiado Lebede, obviamente, no es la real. Cuando un extranjero llega a aquel país las autoridades le retienen el móvil y, durante toda su estancia, le escoltan y mantienen bajo vigilancia. Está prohibido salir del hotel por cuenta propia y sólo se pueden tomar fotos de lo que dice la policía. Lebede se ha saltado la norma y, ocasionalmente, ha disparado a motivos "ilegales". Sospecho que, sólo por esto, no volverá a ser recibido en aquel país, o le recibirán para remitirle de inmediato a un gulag.

Fuera de la capital debe ser difícil, por no decir imposible, dar con agua potable. Una campesina la recoge de un arroyo. El paisaje que la rodea da fe de cómo se vive allí.

Una aldea norcoreana. No creo que hace un siglo o siglo y medio fuese muy diferente.

Los tractores y otra maquinaria agrícola es pura ilusión para estos desdichados que se desloman con arados romanos tirados por bueyes.

A pesar de que el Norte de Corea es boscoso, 50 años de socialismo y de pobreza (vienen a ser lo mismo) han dejado al país sin árboles. Los campesinos los utilizan como combustible y material de construcción.

Paisaje desolado, más propio de Afganistán que de Corea. Montañas peladasy pastos agostados por el frío del invierno. Con lo aficionados que son a esto, los de Greenpeace no ha hecho todavía ningún estudio sobre los estragos ecológicos de la revolución coreana.

Las playas del paraíso socialista están electrificadas. A esta sólo se puede acceder a costa de la propia vida, un alambre de espino mantiene a los norcoreanos dentro de su propia cárcel.

La frontera


A diferencia de Cuba, Corea del Norte hace frontera con el mundo libre. Es quizá la línea más vigilada del mundo desde que el padre del actual líder se abalanzó sobre el sur en los años 50, en plena época de expansionismo comunista. Esta es la carretera que conduce al único paso fronterizo. Los pilares a ambos lados de la carretera están ahí puestos para volcarlos en la carretera en caso de invasión impidiendo así el paso de los tanques. Hasta en esto el Gobierno norcoreano vive en otra época.

Las casetas de ambos países hermanos están enfrentadas simetricamente. Justo por la mitad pasa la línea divisioria. Es sencillo sabe cual es el lado comunista y cual el capitalista. Mire el estado de la carretera.

Al lado del bordillo que hace las veces de frontera dos guardias norcoreanos en rigurosa posición marcial custodian la línea día y noche. Un pequeño absurdo más a añadir al País del Absurdo.

Pyong Yang


Una avenida de la capital. Los coches son practicamente inexistentes, las bicicletas también. Ambos medios de transporte constituyen un lujo inalcanzable para el norcoreano.

Las calles, trazadas en la posguerra a modo de anchas avenidas, permanecen desiertas. Existen pasos subterráneos para que los viandantes crucen la calle. Si uno lo hace por el medio de la calle se arriesga a una multa de la omnipresente policía.

El hotel Ryugyong. Un coloso de 330 metros de altura que nunca fue terminado. Las obras se interrumpieron en 1991 por falta de fondos y se olvidaron de desinstalar la grúa superior. Tiene 105 plantas y hoy no es más que un cascarón de cemento que el día menos pensado se derrumba. A quien se le ocurriría construir un megahotel en una ciudad que apenas tiene turistas y donde no se hacen más negocios que los estatales. Un ejemplo más del sinsentido que guía al socialismo real.

La ciudad está repleta de estatuas y murales del líder, de Kim il Sung. Este me ha llamado la atención por la posición del brazo, ni Hitler lo hubiese levantado mejor. En cuanto a su temática, un clásico: el líder mostrando al pueblo el paraíso socialista. Ya han llegado a él.

Aunque la propaganda comunista siga empeñándose en que la guerra de Corea de 1950 fue provocada por Estados Unidos, lo cierto es que fue el norte quien atacó al sur. Lo que hicieron los americanos fue acudir en auxilio de los surcoreanos y empujar a los invasores hasta la frontera del paralelo 38. El tirano, sin embargo, sigue convencido de que el sur le pertenece. Este mural callejero no deja lugar a muchas interpretaciones.

El metro de Pyong Yang es tan lujoso como el de Moscú pero mucho más extravagante. Los trenes que lo recorren son antiguos y llevan en cada vagón los preceptivos retratos de los dos últimos presidentes, padre e hijo, la de Corea es una tiranía familiar.

Dice el autor que Corea del Norte es una reproducción fidedigna de los años 50, de los años 50 en la Unión Soviética, se entiende.

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