domingo, 17 de abril de 2016

Así cayó el ministro Soria

Antes de entrar en materia dejadme que os diga una cosa, José Manuel Soria, ya ex ministro de Industria, es tonto, así, de la t a la o. Él se echó la soga al cuello, él se subió voluntariamente al patíbulo y él se encargó de dar la patada a la banqueta. Él también se ha encargado solito de morir políticamente. Dicho esto vamos a los hechos.

El lunes pasado, que fue 11 de abril, El Confidencial salió con su enésima entrega de los papeles de Panamá. Decía esta vez que el ministro de Industria había tenido una sociedad off-shore afincada en Nassau (Bahamas) hace cosa de 25 años. Una empresa que habían montado gracias a los oficios del despacho Mossack-Fonseca. Se trataba de una sociedad familiar en la que el entonces jovencísimo José Manuel Soria ejercía de administrador y no por demasiado tiempo, solo un par de meses. Hasta ahí todo bien. Tener (o haber tenido) una empresa en las Bahamas no es ilegal, ni inmoral ni ilegítimo, y más habida cuenta de que la familia de Soria se dedicaba entonces a la exportación de frutas y verduras por el mundo. Hasta donde yo sé vender fruta no es un crimen.

El problema vino porque el ministro, tan arrogante como lo fue siempre este ganapán, salió a la palestra y dijo que no sabía nada del tema, que eso era mentira. Pero, claro, aquello no era una especulación periodística, si su firma estaba allí es que estaba allí y no hay más que hablar. Punto. No le estaban acusando de un delito, simplemente de haber echado una firma en 1992 en un acta de una sociedad radicada en Nassau, cosa que es, por lo demás completamente legal. Pero no, el hombre sintiéndose víctima de una conspiración empezó a liarse y a dar versiones contradictorias de los hechos. A partir de ese punto pasó de ser sospechoso a culpable, y esta última etiqueta se la colgó del cuello él mismo. Decía, por ejemplo, no haber firmado nada primero para luego desdecirse y asegurar que no se acordaba de lo que firmó. Bien, hay ciertas cosas en la vida de las que uno se acuerda precisamente porque no las lleva a cabo muy a menudo. Si mi familia hubiese tenido una sociedad en Bahamas y yo hace 25 años hubiera firmado en un acta me acordaría, por supuesto que me acordaría. Y si no me acuerdo casi peor, porque eso significaría que colecciono las sociedades off-shore y ya ni recuerdo en cuantas y en cuáles está mi firma de mi puño y letra. Warren Buffett, por ejemplo, probablemente no se acuerde de todo lo que firmó en 2002, y es normal que así sea porque lleva media vida firmando en infinidad de sociedades. ¿Pero Soria?

En estas estábamos cuando el jueves por la mañana recibió el segundo estacazo, esta vez propinado por el diario El Mundo. El ministro había tenido también una sociedad de esas en la isla de Jersey hace menos tiempo, en 2002. A mi personalmente 2002 me parece una fecha lejana, pero no lo es tanto para un ministro que, en aquel año, se desempeñaba como alcalde de Las Palmas de Gran Canaria por séptimo año consecutivo. No iba a volver a presentarse, cierto, pero no iba a hacerlo para volver a sus actividades privadas, sino para saltar sobre la presidencia de la comunidad autónoma canaria, cosa que hizo puntualmente un año después, en las regionales de 2003. Junto a la revelación venía todo el entramado societario de los Soria, una familia de negociantes fruteros, dicho sea sin ánimo de ofender: el que hace negocios es un negociante y no tiene nada de malo el serlo. Tiene de malo, y mucho, ser político.

El ministro, ya tocado pero sin hundir, corre a Barajas, toma un avión a Canarias con la coartada de que necesita tiempo para buscar unos papeles que desmintiesen su vinculación con esas sociedades. Obviamente esos papeles no existen o, si existen, no servirían de gran cosa ante el peso específico de una firma como la que el entonces alcalde de Las Palmas había echado en Mechanical Trading Ltd, la empresa con sede en Jersey.

Entonces, ¿a qué va a Canarias? Canarias no es Salamanca, no está precisamente a tiro de piedra de la capital. Hay que coger un avión y hacerse tres horas volando para llegar hasta allí. No lo sé, quizá fue para hablar con el hermano y que le contase hasta donde llegaba la madriguera del conejo. No sabemos lo que le contó pero si sabemos que horas después, en la mañana del viernes presentó su dimisión.

¿Por qué dimite?

La pregunta ahora es saber por qué dimite. Dicen que por mentir, pero, no nos ilusionemos, aquí por mentir no dimite nadie, y menos aún por una mentirijilla de segunda que ni siquiera se pronunció para encubrir un delito. Mintió por otras razones que no por inconfesables son menos obvias. Para conocerlas empecemos por hacernos algunas preguntas muy pertinentes.

1. ¿Por qué en Moncloa se han ensañado tanto con él?
2. ¿Qué medios de comunicación se han cebado con el tema durante toda la semana?
3. ¿Quién dentro del Gobierno se sirve una y otra vez de ese grupo de comunicación?
4. ¿Quién queda en la carrera sucesoria de Rajoy?

De lo primero solo cabría decir que si se han ensañado como lo han hecho es que querían transmitir sin ambages el mensaje de que Soria estaba fuera, que no pidiese clemencia porque no la iba a encontrar. De hecho, esta es la verdadera causa de su dimisión. A un tipo como Soria lo que tu, infeliz contribuyente, pienses de él le trae al fresco. Lo único que le preocupa es que su jefe esté a buenas con él. Creo que he dicho en muchas ocasiones que son como una mafia y que así se comportan. Bien, me reafirmo en lo dicho.

Lo segundo se responde solo: Atresmedia. Lo que nos lleva directos a la tercera cuestión: Soraya Sáenz de Santamaría, alias la muñeca asesina que decía Cacho este domingo. Respecto a la cuarta y última pregunta, en fin, blanco y en Soraya.

Todo apunta a que en la madrugada del 27 de junio según concluya el escrutinio Rajoy tendrá que ir planteándose el día y el modo en el que tira la toalla. Lo más probable es que gane, ahora bien, le pasará lo mismo que ahora, no podrá formar Gobierno y eso le abocará irremediablemente a la dimisión. En ese momento tendrá que fraguarse una alianza a tres (PP-Ciudadanos y PSOE) para formar un Gobierno de coalición a la alemana. No habrá congresos ni primarias ni niño muerto, el que esté ahí de cuerpo presente se llevará la perdiz a casa. Soraya quiere estar ahí.

¿Por qué mintió?
La duda que queda por despejar es por qué el ministro mintió de un modo tan innecesario ya que, insisto, tener una sociedad domiciliada en un refugio fiscal es perfectamente legal siempre y cuando no se emplee para actividades delictivas y se esté al corriente con la Hacienda Pública. No era el caso de Soria: exportaba fruta y no se le conoce indicio de delito fiscal alguno. Entonces, ¿por qué razón se metió en este embolado?

Conociendo como conozco el paño seguramente lo hizo porque pensaba que algo así no podía pasarle a él. Es tal la impunidad que respira esta gente que no es aventurado decir que viven en un universo paralelo. Soria lleva habitando en este universo desde hace más de 20 años por lo que es razonable que el sistema operativo que gobierna su cabecita de politicastro le dijese de hacer eso mismo: negarlo todo y a otra cosa. Saben que las normas que afectan al resto de los mortales no van con ellos. Las hacen una y otra vez y siempre salen ilesos. Esa ha sido su perdición, pero no tanto por eso como por no esperar que la puñalada mortal iba a venirle desde dentro y por la espalda. Si, en lugar de emplear tanto tiempo en vestirse como un maniquí sastrería para luego pavonearse por ahí, hubiese leído un poco de historia habría mirado por encima de su hombro antes de nada. Pero no lo hizo. Para que engañarnos, lástima no me da.

Hay Contracrónica, claro.





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