Pero en lo accesorio es donde todo el mundo ha picado. Lo ha hecho porque la derecha española es más tonta que si la hubiesen hecho de encargo. Con tal de no pensar mal de los suyos son capaces de no ver lo esencial. Lo esencial en este caso son las cochambrosas leyes contra el terrorismo que tenemos y siempre hemos tenido en España. No ya es que asesinar por motivos políticos salga barato, es que en algunos casos sale incluso gratis. Inés del Río ha cumplido sólo 11 meses por cada uno de los 24 cadáveres que dejó a lo largo de su breve pero sanguinaria carrera criminal. Lo mismo se podría decir de otros tantos, que irán saliendo a la calle en los próximos meses para oprobio de las víctimas y vergüenza de todos los demás, excepción hecha de agarzon y sus coleguis, a quienes parece estupendo que los criminales –siempre y cuando sean de la ETA– paguen poco y mal por sus crímenes.
Seamos sinceros con nosotros mismos. Si a todo a lo que nos podíamos agarrar para mantener a toda esta chusma entre rejas era a una simple jurisprudencia del Tribunal Supremo cogida con pinzas es que andábamos realmente mal. Estrasburgo ha dicho lo que todos sabíamos que iba a decir, que las leyes están para cumplirlas, y que es inútil buscar atajos por muy bien intencionados que estos sean. Los socialistas también lo sabían, de ellos partió la idea de cegar este camino de cabras que los jueces habían buscado in extremis para endurecer unas penas extraordinariamente blandas. No conozco ningún país, ni democrático ni de los otros, en los que el terrorismo salga tan rentable. En Estados Unidos Henri Parot con 82 muertos a sus espaldas no hubiese bajado de la cadena perpetua, y, ojo, nadie en su sano juicio hubiera osado defender su causa más allá de su abogado. Aquí se le condenó a casi 5.000 años, pero de nada servirá porque, con o sin esa doctrina que lleva su nombre, pronto le liberarán. Eso es lo principal, y el resto simples rajoyerías.
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