jueves, 11 de octubre de 2012

¿Qué es, para qué sirve y cuánto cuesta un Kindle?

A raíz del estreno ayer de la 'Enziklopedia Perroflauta' ese libro necesario (más que el aire que respiráis, que el pan que coméis y, por descontado, de los impuestos que pagáis religiosamente al complejo rajoyar-sorayal), me han llegado varias consultas por correo electrónico. Todas coinciden. Quieren leer el libro, aunque sea pagando, el problema que tienen es que no saben lo que es un Kindle ni para lo que sirve. Bien, yo se lo explico, y en lugar de hacerlo uno a uno por e-mail lo hago aquí, en abierto, para que todos se den por enterados.

Trataré de ser lo más didáctico posible. Antes de nada me remito a un artículo que escribí sobre el tema de los libros electrónicos hace un par de años. “Adiós al papel” se llama y creo que es bastante ilustrativo, con él queda explicado lo que es (y para que sirve) un lector de libros electrónicos. Por resumir, el Kindle es a los libros lo que el iPod es a la música. Son simples reproductores. El primero se carga con libros y el segundo con canciones. Al tratarse de simples datos binarios (unos y ceros) se puede también leer libros electrónicos en otros dispositivos como tabletas e incluso en teléfonos móviles, aunque en pantallas tan pequeñas no es muy recomendable a no ser que uno se ponga las gafas de cerca del abuelo.


Todo son ventajas

La principal ventaja de los libros electrónicos propiamente dichos, los Kindle, los Sony Reader y demás, es la pantalla. No es como la de los ordenadores, sino un de un tipo especial llamado e-ink (tinta electrónica) que simula a la perfección el papel impreso, que es y seguirá siendo mucho más cómodo para la vista en las sesiones largas de lectura. Los Kindle y asimilados tienen también otras virtudes como el tamaño o el peso. Todos los modelos son transportables y ligeros, por eso se ven tantos en el Metro. Como sólo saben hacer una cosa (reproducir libros) y las pantallas e-ink consumen poca energía, las baterías duran muchos días, semanas incluso.

Por todo lo anterior, el verdadero aficionado a la lectura siempre escogerá un lector dedicado. Y más cuando algunos tienen tienda propia para comprar libros. La más famosa y surtida de todas es la de Amazon, que cuenta con millones de ejemplares disponibles en muchos idiomas. Amazon ofrece un proceso de compra muy agradable y altamente compulsivo. Uno entra desde su Kindle, echa un vistazo a las novedades y con un solo clic ya está leyendo. El libro se descarga muy rápido ya que el texto, a diferencia de la música y, no digamos, del vídeo, ocupa poco espacio. La ‘Enziklopedia Perroflauta’ por ejemplo, son solo 500 KB cuando una canción en MP3 ocupa unos 3 MB, es decir, seis veces menos.

El libro en cuestión se almacena en la memoria interna del aparato o en una tarjeta de memoria de esas pequeñas que llevan ahora los móviles. Y ahí queda para siempre. Se puede leer el libro tantas veces como uno quiera con la ventaja de que no se estropeará con el paso del tiempo, y, sobre todo, de que no ocupará espacio en las estanterías de casa.

Leer en formato electrónico tiene más cosas buenas. El tamaño de las letras se puede adaptar nuestros gustos y, en la mayoría de modelos, existe la posibilidad de subrayar y tomar notas sobre la pantalla. Hoy casi todos los lectores van equipados de WiFi para acceder a la tienda en línea y son de pantalla táctil. Así, anotar o subrayar algo es tan fácil como señalar el texto con un lapicerito. Luego es mucho más sencillo encontrar esas anotaciones y subrayados que en un libro de papel ya que el aparato crea un índice. Para los lectores habituales de ensayos esta habilidad que tienen los Kindle es especialmente útil.

Los desconfiados dirán: “si, vale, lo que tu quieras, pero todo eso costará un Potosí”. Y lo costaba. El primer Kindle, lanzado hace cinco años costaba unos 400 dólares. El Sony Reader era aún más caro. Para más inri durante el año inaugural ninguno de los dos se podía encontrar más allá de Estados Unidos y había que hacer una virguerías dignas de Corto Maltés para traérselos. Hoy la cosa ha cambiado mucho. Desde la irrupción de Amazon en España hace un año los lectores se han popularizado mucho y han bajado dramáticamente de precio.

Veamos. Amazon ofrece su Kindle en cuatro modelos diferentes. Dos de ellos (el Fire y el Fire HD) son, en realidad, tabletas al estilo del iPad un poco más pequeñas. Los otros dos son lectores de tinta electrónica. El Kindle Touch, llamado así porque dispone de pantalla táctil, cuesta 129 euros. El benjamín de la familia, el Kindle mondo y lirondo, cuesta 79 euros. Pero no se encuentran en las tiendas. Amazon solo vende sus cacharritos a través de Internet. Esto, que podría suponer un problema hace diez años, hoy ya no creo que lo sea. Que levante la mano quien no haya comprado algo por la red, aunque solo sea un billete de avión.

79 euros es muy poco dinero para un aparato tan asombroso y útil como un lector de libros electrónicos. 79 euros es lo que cuesta salir a cenar y a tomar unas copas cualquier sábado por la noche. 79 euros es el depósito lleno de un utilitario. 79 euros es un pantalón vaquero, el precio de un concierto o pasar el día en un parque temático con un par de niños.

Pero volvamos al tema de los libros y hagamos cuentas. ¿Cuánto cuesta un libro de estreno? Rara vez menos de 20 ó 25 euros en su edición de papel. Cuatro o cinco novedades en papel ya igualan el precio de un Kindle. Luego, es cierto, hay que adquirir el libro en su versión electrónica, pero éstas son algo más baratas así que, calculando por encima, para un lector normal, de los que leen nueve o diez libros al año, la inversión se amortizará rápido.

Los costes de comprar libros y la piratería

Eso en lo que toca a los costes directos. Leer en papel tiene también costes indirectos como buscar y desplazarse físicamente hasta la librería. Ambos trabajos nos los ahorramos con el Kindle. Algunos dirán ahora que las librerías están muy bien, que son un remanso de paz y demás paridas que editoriales y librerías difunden apelando a argumentos como el olor del papel o la observación relajada de los lomos de los libros apilados en la estantería. Esos algunos son los mismos que no echan en falta las tiendas de discos porque dejaron de visitarlas hace muchos años para pasarse en masa al iTunes o al Spotify.

Por último, hay otro “coste” que los que se decanten por la lectura electrónica también sortean de vez en cuando: el de los mismos libros. No está bien que yo como autor lo recuerde, pero la piratería en el mundillo editorial es muy abundante. Y, ojo, es bueno que así sea. El que piratea es porque lee. Y los que escribimos lo que necesitamos es gente que lea, aunque sea de matute. A los que vienen del ecosistema editorial anterior, a los juanmanuelesdeprada y las luciasetxebarria esto les jode a morir y a mi, si fuese ellos, también me jodería. Pero como no soy ellos me alegro de que las cosas hayan cambiado.

En definitiva, un Kindle es algo que tiene tantas ventajas que a estas alturas ya debería estar entre sus manos o camino de sus manos. Porque, de todo lo bueno que ofrece, lo mejor es que es el único modo en el que se puede leer la ‘Enziklopedia Perroflauta’, si, ese libro del que todos están hablando y que pide a gritos que usted, perroflautólogo aficionado, se convierta en todo un profesional.

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