martes, 7 de febrero de 2006
Caos en Barajas
Una imperecedera afición hispana consiste en echar la culpa a otro de los errores propios. En política esta manía alcanza cotas difícilmente superables, porque cualquier cosa es buena para cargar el muerto al adversario. De un tiempo a esta parte incluso se ha radicalizado esta vocación tan nuestra. Desde lo del Prestige, pase lo que pase (siempre que sea malo) hay que colocárselo a los de antes o a los de ahora. En esto el PSOE está haciendo auténticas virguerías, hace casi dos años que gobierna y sigue, dale que dale, buscando la excusa más nimia para ver como le pone la enésima banderilla a Aznar que, curiosamente, no es ni diputado.
El domingo pasado se inauguró la cuarta terminal de Barajas con lo menos un año de retraso. Huelga decir que el aeropuerto llevaba años pidiendo a voz en grito una ampliación, pero una de verdad y no los parches que le han ido poniendo desde hace 50 años. En Barajas, si uno tiene tiempo, puede recorrer con la vista un muestrario de la arquitectura aeroportuaria de las últimas cinco décadas. Tiene, como las catedrales antiguas, 5 ó 6 estilos diferentes amontonados uno sobre otro. Digno de estudio.
Según los políticos cortaron la cinta, pasó lo que tenía que pasar y se armó la marimorena. Los viajeros no se encontraban, los de las líneas aéreas no conocían la terminal y tampoco se encontraban. Las máquinas del parking estaban fuera de servicio. Los autobuses desde la T3 iban llenos. Algunas cintas no funcionaban y un largo etcétera.
Los periodistas, que vivimos de encontrar filones informativos que den mucho de sí, se volcaron con el tema. No podía ser de otra manera. Los políticos, que viven de lo suyo, encontraron otro filón, el de responsabilizar de los problemas al contrario. Y como la obra la encargaron unos pero la han inaugurado los otros pues miel sobre hojuelas. Para el PP la culpa es del PSOE que ha inaugurado la terminal de muy mala manera, para el PSOE la culpa es del PP que, cuando gobernaba, hizo las cosas peor aún y, claro, de aquellos polvos vienen estos lodos.
Pues no señores, los problemas de los últimos días no son ni de unos ni de otros. Mover no sé cuantas líneas aéreas (Iberia, todas las de One World y algunas más) de una terminal a otra en unas pocas horas es una operación de tal envergadura que lo lógico es que no salga todo bien. Y la T4 no es, precisamente, el aeropuerto de Albacete. Según tengo entendido es uno de los mayores edificios civiles de Europa.
Algunos problemas podrían haberse evitado, cierto, pero eso no es suficiente como para hablar de “Desastroso estreno” como hizo el diario 20 minutos, o para decir, como la inútil de la ministra, que todo se debe a que el metro no ha llegado a la terminal por culpa (naturalmente) de la Comunidad de Madrid.
Desastroso sería que el 50% de los pasajeros hubiesen perdido su vuelo, o que las maletas hubieran acabado por los suelos de la pista. De los pocos que se quedaron en tierra, una señora en el telediario decía que había perdido el avión porque nadie le había informado que su vuelo salía de la T4. Vamos, por favor, llevamos una semana en la que no se dice otra cosa por la radio, la prensa y la televisión. Además, en el billete pone bien clarita la terminal donde se coge el avión. Esto es quejarse por vicio. A ciertas señoras va a haber que ponerlas perros lazarillos para que las “informen” antes del coger el avión.
En cuanto a las imágenes, pues, sinceramente, he visto escenas bastante peores en las otras terminales casi todos los veranos... y no ha pasado nada. Es más, escaleras que no funcionan, colas en facturación y atascos a la salida del parking son estampas clásicas del paisaje barajiense.
Esto es, en definitiva, lo que pasa cuando los periódicos necesitan chicha y los políticos algo de saliva para escupirse. En unos días todos se habrán olvidado de la T4. Las escaleras seguirán sin funcionar, las colas de Iberia serán tan kilométricas como de costumbre y la señora continuará esperando en la T2 a que el perro lazarillo venga a informarla.
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