Lo comentaba el otro día en el podcast. Lo poco que quedaba del PP como alternativa a la socialdemocracia rampante que se ha apoderado del subconsciente colectivo de toda España queda ya diluido en la nada. Este es el legado final de Rajoy y de la chusmilla afuncionariada que trajo consigo cuando se apoderó del partido allá por 2008. Sí, hablo de Soraya, de Montoro y de los Nadal Brothers, por si el lector albergaba alguna duda tras leer lo de "chusmilla". Me quedo corto, no son chusmilla, son chusma en toda regla.
El resultado final es que ya, a estas alturas, da un poco igual quien gobierne. Nos esperan dos o tres años de infarto hasta que el barco vuelva a encallar como lo hizo en el bienio 2009-2010. Si gobierna Sánchez tratará de podemizarse todo lo que pueda para ir recuperando los votos que cree perdidos por no ser suficientemente bolivariano. Si lo hace Iglesias (vía Sánchez) lo de los ayuntamientos de Madrid, Barcelona o Cádiz nos puede servir de muestra... y de espanto. Los Gobiernos de "la gente" son como los autodenominados Gobiernos "del pueblo", siempre terminan yendo contra la gente, esta vez sin comillas. Si, por una carambola, termina gobernando Rajoy junto a sus míseros 122 diputados, no esperen más de lo que ya hemos tenido restándole cualquier reforma o intento siquiera de reforma. No me invento nada, aquí está su propuesta de Gobierno. Sucedería incluso que algunas de las pocas cosas que se hicieron en la legislatura pasada se deshiciesen a toda prisa para no molestar. El registrador no da más de sí. Que nadie se eche las manos a la cabeza, lo advertimos en su momento y no nos cayeron más que hostias, como panes algunas. Sucedería también que el gran partido de la derecha española no solo no se renovaría, sino que perseveraría en sus muchos vicios e ineptitudes, lo que augura su práctica desaparición durante una década o más.
El hecho innegable es que se nos vuelve a escapar una oportunidad de oro para modernizar el sistema y adecuarlo a los tiempos que corren. Entre seguir la senda de Holanda o parecernos a Argentina hemos escogido lo segundo, como, por otro lado, era de prever habida cuenta de la materia prima. Cuando nos hayamos dado contra la pared podremos hablar de nuevo de regeneración, de reformas, de liberalización y de coger el toro por los cuernos. Solo nos queda rezar para que, en el curso de este tiempo que se abre ahora, las cosas no degeneren tanto como para que lo que se pida en 2018 o 2019 sea una dosis extra de socialismo. Muchos la pedirán, desde luego, pero no todos. De nosotros depende, de la voluntad que le pongamos para, como mínimo, parar el golpe, que en dos o tres años partidos como PP (si sigue existiendo) o Ciudadanos tengan el detalle de no presentar un programa electoral que sea un calco del que lleva el partido laborista británico.
Las ideas, en definitiva, tienen consecuencias. El no tenerlas también tiene consecuencias porque se terminan adoptando las del contrario. Por de pronto asumamos la derrota. Tenemos lo que nos merecemos.
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