Los abruptos giros, ataques de ira y explosiones repentinas
de inflamada retórica del primer ministro griego Alexis Tsipras, provocan que
los acreedores de Grecia desconfíen profundamente de él. Todo encaja, sin
embargo, cuando uno entiende que Tsipras no está gestionando el Gobierno griego,
sino que lo está ocupando, que actúa como unos manifestantes ocupando un
edificio público.
Alexander Baunov, del Centro Carnegie de Moscú, que sirvió
como diplomático en Grecia escribió no hace mucho tiempo:
“La primera cosa que un joven político griego, un activista de izquierda, aprende en la universidad, incluso en el instituto, es la palabra katalipsi (κατάληψη) –encierro–. Los líderes estudiantiles que no están de acuerdo con el manejo de la universidad, con los profesores, con el rector, con el coste de las habitaciones en la residencia, con la calidad de las comidas en la cantina universitaria… declaran un katalipsi: bloquean los accesos, las aulas y el despacho del rector, pintan las paredes con eslóganes y anuncian que ya no habrá más clases, nadie estudiará, enseñará, leerá o escribirá hasta que la queja sea atendida y satisfecha. Aquellos que quieren aprender son tachados de traidores a la causa común”.
Esta es una descripción exagerada y sarcástica (Baunov no
tiene demasiada simpatía por los izquierdistas), pero las protestas
estudiantiles cuentan con una tradición muy poderosa en Grecia, y los comienzos
en política de Tsipras están unidos a ellas.
En noviembre de 1973, cuando Grecia estaba aun gobernada por
una junta militar, una ocupación estudiantil de tres días de la Politécnica de
Atenas bajo el eslogan “Pan, Educación, Libertad” concluyó en una intervención
policial. Murieron 24 personas y 15 desaparecieron. La dictadura cayó al año
siguiente y los sucesos de la Politécnica quedaron grabados en la memoria de
los griegos. “Cautivó a las siguientes generaciones ya que fue visto como el
arquetipo definitivo de resistencia, acción militante y auto sacrificio”,
escribía Kostis Kornetis en su libro “Niños de la dictadura”.
La carrera política de Tsipras comenzó en la escuela
secundaria, cuando se afilió a la Juventud Comunista. A los 16 años acaudilló
la ocupación de su instituto para protestar contra una reforma educativa
propuesta por un Gobierno de centro-derecha que contemplaba que los estudiantes
se pagasen sus libros de texto. Tsipras contribuyó a las negociaciones con el
Gobierno, tras las cuales se retiró la reforma.
Después de la tragedia de la Politécnica de Atenas los sucesivos
Gobiernos griegos fueron muy cuidadosos en no emplear la fuerza contra los
estudiantes que ocupaban sus universidades. En Grecia incluso se promulgaron
leyes en 1982 que estipulaban el llamado “asilo académico”. La policía tenía
prohibido entrar en las universidades sin el permiso del rector, los
estudiantes disfrutaban de inmunidad a los arrestos dentro de la universidad.
Según se extrae de un cable de 2009, revelado por Wikileaks, del entonces
embajador de EEUU en Atenas, Daniel Speckhard, el permiso necesario para entrar
en los recintos universitarios fue concedido tan solo en tres ocasiones, una de
ellas para arrancar “620 plantas de marihuana de casi dos metros de alto”
plantadas dentro de la Universidad de Creta. “Debido en gran parte a las continuas
interrupciones de las clases, el estudiante medio griego tarda seis años en
terminar un grado de cuatro”, decía Speckhard. “Las universidades griegas
gastan la friolera del 12% de su presupuesto anual en reparar los daños que la
violencia en los campus ocasiona sobre las instalaciones”.
Tsipras empezó a ser conocido en el movimiento estudiantil
cuando era estudiante en la Universidad Técnica Nacional de Atenas a finales de
los años 90. Sus estudios de ingeniería no debían ser una prioridad para él.
Tras la graduación solo hizo un débil intento de buscarse la vida como
ingeniero de la construcción en una pequeña empresa que él mismo fundó junto a
su primo. En 2006 y 2007 ese negocio tan solo les reportó unas ganancias de
9.500 euros y 11.174 euros respectivamente.
Como activista político Tsipras lo hacía mucho mejor. En la
universidad se convirtió en el líder del sindicato de estudiantes y del consejo
nacional griego de sindicatos de estudiantes, así como de la coalición
izquierdista Synaspismos, una precursora de Syriza, actual partido de Gobierno.
En 2008 estaba en lo más alto de la jerarquía de Synaspismos, y para 2009
obtuvo un escaño en el parlamento… una carrera meteórica.
Si esta experiencia ha enseñado algo a Tsipras es que tan
solo tienes que pedir lo que quieres. Si eres lo suficientemente obstinado lo
conseguirás. Cualquier intento de castigar esa actitud será considerada poco
deportiva y probablemente ilegal.
En 2011, después de que Grecia recibiese su primer rescate
internacional, los estudiantes griegos recuperaron el eslogan “Pan, Educación,
Libertad” añadiéndole “La Junta no cayó en 1973” (nótese el año, asumían que
las protestas de la Politécnica fueron las que tumbaron a la dictadura). En 2011
el Gobierno abolió las leyes de “asilo académico”, pero Tsipras ya estaba en el
siguiente nivel. Ahora podía emplear todo lo que había aprendido en la escuela
en la política de los mayores.
Es importante entender que Tsipras no negocia en el sentido
habitual. Cuando concede un acuerdo técnico a los acreedores no significa nada,
simplemente prolonga su ocupación del edificio de Gobierno en Atenas y de la
sala de negociaciones en Bruselas. Cuando repentinamente aprueba una propuesta
del acreedor que había pedido antes a sus votantes rechazar, e inmediatamente
después va y dice a los griegos que voten contra ella, simplemente está
batallando para mantener el asedio. Si no hay suficiente dinero para pagar las
pensiones y los bancos no están autorizados a entregar más de 60 euros al día a
los ciudadanos, se debe a que todo el mal del mundo exterior se ha confabulado
contra él y contra su valiente banda de okupas.
Es duro, él lo sabe, así que ha pedido a sus compañeros
de ocupación –perdón, ciudadanos– para que voten si debe continuar el katalipsi
o no. Si votan por dispersarse saldrá con la cabeza gacha y se irá. Si votan
por continuar confía en que el rector, personificado en Angela Merkel y en el
presidente de la Comisión Jean-Claude Juncker, se rendirá al final y les
entregará comida gratis. Es lo que siempre sucedió. Simplemente hay que
aguantar.
Artículo de Leonid Bershidsky publicado en Bloomberg.
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