Rajoy, sin embargo, se queda en Madrid para comparecer delante de sus compadres de La Razón, el ABC y Televisión Española. Será la enésima compadrecencia del rajoyato a mayor gloria de la sorayamen mediático y la inclemente barcenía. Ante esto surgen dos preguntas: una tonta, así como muy de plumilla, y otra inteligente que sólo se harán los desconfiados. La primera, la plumillesca, es por qué el presidente del Gobierno comparece el uno de agosto pudiéndolo hacer el 31 de julio. Simple, porque quiere, porque el uno de agosto es tan buen día como cualquier otro para dirigirse a los compadres. La cosa no tiene más recorrido por mucha indignación que haya levantado la fecha en el Twitter.
La segunda tiene más enjundia. ¿Por qué Rajoy comparece cuando lo que más odia en esta vida es comparecer ante los medios de comunicación? La respuesta ya no es tan simple. Probablemente sea para que no digan que no enfrenta de cara los problemas. Así lo verá el menguante peperismo de base, que se afanará en repetirlo en modo papagayo durante todo el día. También cabe la posibilidad de que la compadrecencia (llamémoslo por su nombre) sea la consecuencia de un pacto previo con Rubal el de la Pesoe. “Mira, Mariano, tu compadreces un día en agosto con todos los chupatintas del ministerio jugando al mus en Jávea y asunto resuelto, una mano tapa a la otra y a tirar millas, que tenemos muchas por delante y ni tu ni yo tenemos más oficio que el de vivir a costa de los demás con el cuento de la política”, dijo uno, “tienes razón”, respondió el otro, “eres un amigo, estamos en el mismo barco”.
Esta última es bastante verosímil, pero caben aún más. Podría ser que Arriola, el bienpagao, le mostrase las últimas encuestas y, según las vio, se le apagó el habano. De celebrarse mañana las elecciones la Pepé se pegaría tal batacazo que tendríamos que llamar a los bomberos para rescatarles de entre los cascotes de Genova 13. A mi esta me convence mucho. El ecuador de la legislatura se acerca a velocidad de crucero y las orejas del lobo empiezan a asomar en lontananza. Podría ser que, en sólo dos años, él y los suyos se quedasen sin BOE que los cante. Y eso si que no. Cualquier cosa con tal de no tener que trabajar.
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