Los padres de la red GSM, que es la que utilizan nuestros teléfonos móviles, idearon un pequeño servicio de mensajería que sirviese de apoyo a las conversaciones. El sistema, conocido como SMS (Short Message Service o Servicio de Mensajes Cortos) admitía hasta 140 caracteres que se transmitían por el mismo canuto por el que discurría la voz. Corría el año 1984 y aún quedaba muy lejos la explosión de la telefonía móvil tal y como la conocemos, pero el invento quedó ahí en espera a ser explotado por las operadoras.Y lo fue, vaya si lo fue. Los mensajitos de 140 caracteres se convirtieron, veinte años más tarde, en uno de los medios de comunicación entre personas más utilizados del planeta. Las operadoras saltaban de alegría. Con aquellos mensajes estaban ganado una extraordinaria cantidad de dinero. A sus redes apenas les costaba negociarlos, pero los cobraban a precio de oro a sus clientes. Entonces a un jovenzuelo de San Francisco llamado Jack Dorsey se le encendió la bombilla mientras comía: ¿por qué limitarse a enviar los SMS a través de la red móvil cuando podía hacerse por Internet de manera mucho más económica?
