Tarde y con sobresalto llega la filial de bajo coste de Iberia. Tarde porque Iberia Express, que es como han dado en llamarla, tendría que haber nacido hace cuatro años, cuando empezó la crisis. Y con sobresalto porque, a pesar de lo evidente, los pilotos la han terminado armando contra toda lógica tratando de mantener sus privilegios a cualquier precio. Lo cierto es que, se pongan como se pongan los pilotos, a la que fue aerolínea de bandera española no le quedan muchas más opciones si quiere sobrevivir: o se adapta al mercado o el mercado la entierra después de una historia larguísima de más 80 años.
El de las líneas aéreas es uno de los negocios más difíciles que existen. Dada su naturaleza, es complicado de planificar. Requiere, además, un capital muy costoso como las aeronaves o las instalaciones aeroportuarias que implican, especialmente las primeras, un mantenimiento que encarece aún más la factura. Luego viene el capítulo de personal, que ha de ser numeroso y cualificado. Por último, los aviones no se mueven sin queroseno, y el queroseno está por las nubes desde hace años.
Todos estos inconvenientes se compensaban en tiempos con monopolios aéreos que garantizaban la rentabilidad, y sino lo hacían, como las principales líneas aéreas eran estatales, el Gobierno de turno se limitaba a enchufarlas al presupuesto. Todo era muy bonito pero, claro, volaban cuatro. La apertura de los cielos europeos y la irrupción de las compañías de bajo coste en los años noventa fue la que terminó de poner el mercado patas arriba.
La cuestión era simple, puramente evolutiva: o los jugadores se amoldaban a las nuevas normas impuestas por el mercado –es decir, por nosotros los consumidores– o desaparecían del mapa. Resumiendo, Iberia Express llega porque así lo hemos pedido, no por un capricho de los directivos de la empresa que, por lo demás, vivirían tan ricamente si Iberia fuese un mostrenco estatal, ineficiente y malo como lo fue en los años de su servidumbre pública.
Iberia, cuya red intercontinental da bastante dinero, corría el riesgo de quebrar arrastrada por el desastre en la red de vuelos nacionales y europeos, que es precisamente el campo donde las low cost hacen su agosto a costa de hacer verdaderas virguerías en la gestión y de, por qué no decirlo, de sacar buenos dineros a los Gobiernos autonómicos que quieren su Barajitas privado con sus avioncitos subvencionaditos. Los que mandan en Iberia dicen que no van a tirar de los segundo y que van a ser unos artistas de la eficiencia. Si lo consiguen será motivo de alegría para los accionistas, para los clientes y, naturalmente, para los trabajadores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario