Vale, confieso que no me sorprende, pero no por ello deja de ser inquietante. Acaba de entrar furtivamente en mi móvil un mensaje de uno que dice ser amigo mío en el que puede leerse: “A Cataluña de vacaciones no, pásalo”. Como es de suponer no pienso pasárselo a nadie y todo lo más que voy a hacer es devolvérselo a mi amigo para que me borre de su agenda. Sólo faltaba, quién se ha creído que es para decirme adonde tengo o no tengo que ir de vacaciones.
La campaña que empezó hace cosa de un mes contra el cava catalán está empezando a mutar peligrosamente y lo que empezó como una rabieta por lo del valenciano y lo de Madrid 2012 se ha transformado ya en un esperpento que, si le soy sincero, no sé bien donde va a terminar. Me consta que el tripartito catalán es un desastre absoluto y que Carod es un zopenco sin paliativos que la ha tomado con los que no somos catalanes. Pero eso no me parece motivo suficiente como para quitarme del cava o dejar de viajar a Cataluña cuando me apetezca. Aplicando esa ecuación al pie de la letra no podría viajar a la mitad de los países del mundo.
Ya sé que suena a tópico, pero no todos los catalanes han votado a Carod, a Maragall o a Ribó, la tercera pata del trípode independentista que, aunque no da demasiada guerra, enreda igual que los dos anteriores. Los catalanes que no votan nacionalista, que son unos cuantos, los que no compran la mercancía pasada de fecha que venden en la Generalidad, no se merecen que un compatriota suyo, esto es, yo mismo, les boicotee o deje de visitarles. Eso es exactamente lo que está esperando el que ha armado todo este lío. Se está frotando las manos para, en su próximo mitin, relamerse el bigote diciendo: “no veis como teníamos razón, no os quieren por ser catalanes”. Y a esto, naturalmente, no estoy dispuesto.
El cava, por lo demás, es un espumoso que en Cataluña hacen riquísimo, existen muchas variedades y bien que presumo yo en el extranjero cuando veo como un alemán o un belga elogian las burbujas de un Freixenet Carta Nevada mientras se atizan la botella entera. Ya puede decir Carod -o cualquier chiquilicuatre intelectual de los que menudean por ERC- lo que quiera que no pienso privarme del placer de brindar con cava, o del no menos placentero orgullo de apelar a su españolísimo origen. Lo mismo puedo decir de mis siempre aplazadas vacaciones. Cataluña es una región afortunada que tiene de todo y en la que, además, se come estupendamente. Es una majadería que, por lo que diga un señor que me cae mal, deje yo de disfrutar de las calitas de la Costa Brava o de la sobrecogedora belleza del Pirineo en Lérida.
Esto de los boicots variados es, en definitiva, un disparate y un despropósito que a los únicos que beneficia es a los políticos que viven de eso, de sembrar la discordia entre gente que hasta ayer por la tarde se entendía perfectamente. Cuentan en la radio que lo del cava está teniendo éxito y que algunas bodegas del Penedés empiezan a resentirse. Lo lamento, porque los que cada año hacen posible que tengamos cava fresquito para brindar han hecho un trabajo excelente, es una lástima que sus representantes políticos no estén a su altura.
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