Llegó a la presidencia del Partido Conservador de pura carambola tras la dimisión de Keith Joseph en 1975. A partir de ahí consiguió llegar a ser primer ministro ganando con autoridad tres elecciones. Sacó al Reino Unido de una profunda crisis moral y económica, ganó una guerra y creo una doctrina de Gobierno que lleva su nombre. Ha sido una de las grandes mujeres de lo mejor que nos dejó el siglo XX.
martes, 29 de noviembre de 2011
jueves, 24 de noviembre de 2011
Minerva, en nombre del individuo
El siglo XX fue probablemente el más corto del milenio. Empezó con la 1ª Guerra Mundial, en 1914, y terminó con el colapso de la Unión Soviética; es decir, 77 años mal contados que, sin embargo, dieron para mucho. Fue un siglo borracho de estatismo, patrioteo, desfiles, brazos y puños en alto, el apogeo de la política. En dos palabras: guerras y dictaduras. De ahí que una de las excentricidades más brillante de la centuria fue la creación de países artificiales por parte de pirados que, o bien aspiraban a apuntarse al festín, o trataban de escapar de la marea nacionalista que inundó todo el mundo.
Unos, como el principado de Sealand, nacieron sobre una plataforma marina que un ocurrente británico decidió independizar del Reino Unido en 1967, la misma época en la que, tierra adentro, los Beatles hacían furor. Una cosa iba con la otra. El inventor de Sealand, un veterano de la Armada llamado Roy Bates, segregó una defensa antiaérea del mar del Norte y fundó un principado sobre una plancha de metal de unos 500 metros cuadrados que albergaba caseta y solarium.
Unos, como el principado de Sealand, nacieron sobre una plataforma marina que un ocurrente británico decidió independizar del Reino Unido en 1967, la misma época en la que, tierra adentro, los Beatles hacían furor. Una cosa iba con la otra. El inventor de Sealand, un veterano de la Armada llamado Roy Bates, segregó una defensa antiaérea del mar del Norte y fundó un principado sobre una plancha de metal de unos 500 metros cuadrados que albergaba caseta y solarium.
jueves, 17 de noviembre de 2011
Intel 4004, la conquista de lo pequeño
Se cumplen cuarenta años de la invención del microprocesador, un tipo de chip que hoy es omnipresente en prácticamente todos los aparatos electrónicos. A pesar de su pequeño tamaño y de su modesta composición, simple silicio, el mundo actual no se podría entender sin él. Nosotros movemos a los microprocesadores y ellos mueven el mundo.
El número de noviembre de 1971 de la revista Electronic News llevaba una curiosa noticia: Intel, una compañía de Silicon Valley recién nacida, acababa de anunciar el lanzamiento del primer microprocesador encapsulado en un solo y minúsculo chip. Para un lego en asuntos tecnológicos aquella historia apenas tenía interés, por eso ni la gran prensa ni la televisión se hicieron eco de ella. Para los ingenieros, sin embargo, semejante noticia suponía una auténtica revolución. La invención de ese pequeño microprocesador que tenía el tamaño de una uña, abría posibilidades sin fin para una industria que, en el lapso de tres décadas, estaba llamada a cambiar la faz de la Tierra.
El número de noviembre de 1971 de la revista Electronic News llevaba una curiosa noticia: Intel, una compañía de Silicon Valley recién nacida, acababa de anunciar el lanzamiento del primer microprocesador encapsulado en un solo y minúsculo chip. Para un lego en asuntos tecnológicos aquella historia apenas tenía interés, por eso ni la gran prensa ni la televisión se hicieron eco de ella. Para los ingenieros, sin embargo, semejante noticia suponía una auténtica revolución. La invención de ese pequeño microprocesador que tenía el tamaño de una uña, abría posibilidades sin fin para una industria que, en el lapso de tres décadas, estaba llamada a cambiar la faz de la Tierra.
sábado, 12 de noviembre de 2011
¿Decantan el voto los debates electorales televisados?
No, los expertos electorales calculan que sólo un porcentaje mínimo de votos –entre el 1% y 5%– cambian tras el debate televisado. El porcentaje de votos que, a raíz de la emisión del debate, viajan de un candidato a otro es mucho menor, prácticamente inapreciable. A no ser que los candidatos se encuentren empatados, la influencia del debate sobre la intención de voto es nula.
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