Hace ahora un año al Gobierno de Rajoy le dio por tocar los gitanales con las manos frías al Gobierno gibraltareño. No cerró la verja pero a punto estuvo de hacerlo. Se armaron unas colas de mil demonios en la frontera y todo fueron aspavientos y acusaciones mutuas. Personalmente creo que Gibraltar llevaba la mayor parte de razón. Era todo una maniobra política para entretener al personal en el que posiblemente fue el verano más duro de la crisis. No hubo espacio para las medias tintas. Yo personalmente traté desde La Gaceta de poner un poco de cordura en el tema con esta columna que se publicó en la página 3 del diario un tórrido día de primeros de mes. Sin suerte, dicho sea de paso, porque me cayeron hostias desde todos los puntos cardinales. Los unos me llamaban capitalista asqueroso que defendía a los paraísos fiscales, los otros me tacharon de mal español. Mal español, me cago en su puta madre, precisamente porque quiero lo mejor para mis paisanos hablaba bien de Gibraltar. Sus habitantes son más libres, trabajan para ellos mismos y no para el Gobierno. El hecho es que, mirado todo con la perspectiva que da el año que ha transcurrido todo parece mucho más claro, tanto como esta simple tabla.
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