Sucede que los hombres excepcionales suelen ir por libre. Sucede también que este tipo de hombres se empeñan en ser libres todos los días de su vida. Carlos Semprún Maura pertenecía a esa raza de hombres que piensan, dicen y hacen lo que les viene en gana, y así toda la vida. Luego, si ven que se han equivocado, lo aceptan, piden perdón por los errores y se enmiendan. Escribió hasta casi el último día y lo hizo por una cuestión de principios, porque, a pesar de la vejez, tenía la necesidad de contar algo, y de contarlo a su manera. Su último tango con el periodismo, una de las pasiones de su vida, lo bailó en este diario sin sospechar siquiera que la muerte le acechaba a la vuelta del fin de semana.