Moscú había abandonado la idea de la Revolución Mundial después de la guerra civil rusa y de la traición de la socialdemocracia alemana. Lenin se resignó a que la revolución fuese sólo en Rusia aunque lo que él siempre tuvo en mente es que Alemania, patria de Marx, de Engels y del principal partido socialista del mundo, fuese la potencia socialista rectora. Como la cosa se frustró en Alemania prefirió mantener lo ganado constituyendo la III Internacional desde Moscú. Ahora bien, ni él ni su sucesor disponían de fuerza suficiente para exportar el socialismo de un modo eficaz. La Comintern de los años 30 a lo más que llegaba era a enredar un poco en occidente y a entrenar pistoleros en Rusia para que sirviesen luego en sus países como matones. Stalin le tenía tan poco aprecio a la Comintern que la llamaba despectivamente "La tienducha".