Recapitulemos. Hechos. El pasado domingo se celebraron elecciones generales. Las ganó el Partido Popular con un 28% de los votos, lo que le valió 123 escaños. Muy lejos, sin duda, del paseo triunfal de 2011, pero victoria a fin de cuentas. A varios puntos de distancia y 33 escaños quedó el PSOE, que con este batacazo registra un nuevo suelo electoral que hace solo cinco años hubiese sido impensable. Pero la España de hoy no es la ni la de Aznar ni la de Zapatero. Entre medias han sucedido muchas cosas que han terminado provocando no un vuelco pero si una importante recomposición del mapa político. Cuando digo que no se ha producido un vuelco es que no se ha producido. El bipartidismo, es decir, el hecho de que dos partidos políticos controlen el legislativo no ha pasado a mejor vida. El PP y el PSOE disponen aún de más del 50% de los votos y de 213 escaños en la cámara baja, una mayoría maxiabsoluta que les permitiría, si así lo deseasen, forjar una alianza bipartita a la alemana y gobernar con total tranquilidad los próximos cuatro años.
viernes, 25 de diciembre de 2015
viernes, 18 de diciembre de 2015
A quién no votar
Es mucho más importante restar que sumar. Ir por la llamada vía negativa. Lo es en todos los ámbitos de la vida, las elecciones no son una excepción. Votar en positivo es, así, en líneas generales, propio de gente que se deja llevar por unas convicciones políticas muy acendradas, por la corriente o por las modas que imperen en su grupo de edad, en su entorno geográfico o en su clase social. Nadie puede estar de acuerdo con la totalidad de un programa electoral, es algo simplemente imposible. Si queremos maximizar la operación de votar deberíamos decidirnos por eliminación, es decir, por sustracción, y no por adición como suele pensarse. Si votásemos por adición en España habría casi 47 millones de partidos políticos, uno por cada habitante, quizá alguno menos porque los niños no tienen opiniones políticas, pero no muchos menos ya que en nuestro país hay pocos niños.
viernes, 11 de diciembre de 2015
El AVE y otros pájaros de cuenta
Todo faraón que se precie necesita su pirámide. Las pirámides en el antiguo Egipto tenían una función que iba mucho más allá de la de simple sepulcro y antesala del más allá para el monarca. Transmitían la majestad y el poderío absoluto de la dinastía reinante. Por eso los amos del Nilo rivalizaron durante siglos por construirlas cada vez más grandes. Los faraones de hoy, los políticos, también rivalizan entre ellos para visibilizar su poder. Tienen, además, que justificar la ingente cantidad de dinero que arrebatan a la sociedad vía impuestos crecientes. Y no solo eso, las nuevas pirámides son un negocio excepcional para los que están en la pomada, para ellos mismos y para sus amigos. Mirándolo de este modo, que es casi el único desde el que se puede mirar racionalmente, se entiende la epidemia de obra pública que hemos padecido en los últimos veinticinco años.
viernes, 4 de diciembre de 2015
El eterno retorno del desempleo
2011, el último año de Gobierno de Zapatero, cerró con una tasa de desempleo del 22,5%. No era la más alta de la historia pero, en términos relativos, sí que nos encontrábamos ante la mayor concentración de parados desde que se lleva la cuenta. El paro era el primero de los deberes de Mariano Rajoy nada más aterrizar en La Moncloa. Para entonces la economía española venía destruyendo puestos de trabajo desde hacía varios años, desde el último trimestre de 2007 para ser exactos.
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