En 1986 la compañía Westin inauguró en Singapur el que en aquel entonces era el hotel más alto del mundo. Se llamaba Westin Stamford y tenía 73 plantas y 226 metros en vertical, es decir, casi lo mismo que mide la Torre Espacio de Madrid. Aunque Westin era (y es) una empresa norteamericana, uno de los emblemas de la mejor hostelería yanqui, se encargó la construcción del coloso a la corporación SsangYong, natural de Corea del Sur. Hoy, más de 20 años después, ya nos hemos acostumbrado al dinamismo y la ambición de las empresas surcoreanas, pero entonces eran aún relativamente desconocidas y sus logros llamaban poderosamente la atención, tanto en el extranjero como en la propia Corea que acababa de sacudirse siglos de atraso y modorra. Construir el hotel más alto del mundo fue motivo de orgullo para los surcoreanos e, inevitablemente, motivo de frustración para el esclavizado y hambriento vecino del norte.