Hace cuarenta años la mayor nación del mundo quedó paralizada por un día, el día del entierro de John Fitzgerald Kennedy. Un pueblo sumido en el llanto lloraba la inexplicable muerte de su presidente al tiempo que millones de personas en todo el mundo se frotaban los ojos por lo sucedido en Dallas apenas unos días antes.
Los compases fúnebres de la música que se interpretó para la ocasión contrastaban con la no tan lejana fiesta en el Madison Square Garden de Nueva York en la que la actriz Marilyn Monroe felicitaba al presidente por su cuarenta y cinco cumpleaños.